Hace muy pocos días mis diez amigos más cercanos, esos con los que he convivido muchas batallas y vicisitudes y con los que, por el tiempo y las circunstancias me veo más alejado de ellos también, decidimos quedar una noche para cenar y celebrar los viejos tiempos. Teníamos que ponernos de acuerdo en dos cosas: el día y el tipo de restaurante. Lamentablemente no conseguimos hacerlo y no hubo cena. No conseguimos ponernos de acuerdo en ninguno de los dos puntos. Había tantas opciones irrenunciables abiertas sobre la mesa como personas en juego con lo que intentar llegar a algún tipo de solución democrática era simplemente imposible.
Ayer, participando en la irónica “fiesta de la democracia” votaron más de 25 millones de personas. El 83% de ellas (¡más de 21 millones!) estuvieron de acuerdo en decantarse por exclusivamente dos opciones. El resto, el 17%, lo hizo por alguna de las otras 95 opciones que se presentaban. Curioso. Si mis amigos fuesen un fiel reflejo de la sociedad “democrática” española no tendríamos ningún problema para quedar a cenar pero está claro que o no son una muestra representativa o aquí hay algo que no cuadra.
Ayer a todos los políticos, ese prodigio de la naturaleza que transforma algo intangible como la demagogia en un ente tangible y fútil de carne y hueso, se les llenaba la boca con la palabra democracia. “La fiesta de la democracia”, decían. Me encantaría que algún día nos explicasen al pueblo llano que es lo que ellos entienden por democracia. Para los griegos, presuntos inventores del concepto, la democracia era literalmente el “gobierno de los artesanos y campesinos”. Ellos lo tenían claro, esclavos y mujeres no parece que tuvieran mucho que decir entonces. Sus razones tendrían. Incluso Aristóteles lo definía como el gobierno de “muchos o todos”. Probablemente lo que Aristóteles quería matizar con lo de “muchos” es que no “todos” tuviesen el criterio o simplemente las ganas suficientes para gobernar una institución.
El caso es que lo que está consolidado en la sociedad moderna occidental, no solo en nuestro país, tiene poco que ver con esa democracia que soñaban los griegos e incluso con la democracia pura que se puede dar en una reunión de vecinos o un grupo de amigos que pretender elegir el color de la equipación de su equipo de fútbol, donde normalmente con una docena de participantes se discuten una docena de opciones. La opción que ha calado para dirigir algo mucho menos importante como el gobierno de tu país es la opción fácil que predican nuestros políticos: “No te compliques y vota útil”.
Si nos complicásemos un poco la vida veríamos que lo que ha terminado cuajando en la erudita sociedad occidental es eso que Polibio, seguimos sin abandonar la Grecia clásica, definía como Oclocracia. Es decir, el gobierno de la muchedumbre. La oclocracia no es más que una de las degeneraciones de la democracia junto a la oligarquía y la tiranía. Es el gobierno de un pueblo que a la hora de abordar asuntos públicos o políticos presenta una voluntad viciada, confusa, no juiciosa o irracional. Bastaría hacer un estudio sobre el conocimiento de los votantes en cuanto, no sólo ya al programa político de sus adorados representantes, sino sobre la existencia del resto de las posibles opciones que concurren a unas elecciones libres. Unas elecciones “libres” donde el resto de opciones no existe en los medios de comunicación “libres”, por cierto.
¿En qué libro de Aristóteles viene que las campañas políticas tuviesen que estar soportadas por presupuestos millonarios que soportan asesores de campaña, expertos de marketing, sociólogos de la mentira o vendedores sin escrúpulo? ¿No es paradójico pregonar ecologismo desperdiciando papel y energía? ¿Por qué una campaña política se parece tanto a una campaña de publicidad? ¿Qué tiene que ver la publicidad con la democracia? En las campañas publicitarias de Whiskey utilizan te en lugar de la propia bebida porque el color parece que da mejor en pantalla. Los vendedores de detergente usan prendas nuevas y no lavadas para promocionar su cada vez más potente blanco nuclear y los vendedores de tabaco hacen que aparezcan los fumadores feos como grandes conquistadores de corazones femeninos. Supongo que los políticos harán lo mismo. ¿Tiene eso algo que ver con la democracia?
¿De dónde sale el dinero que soporta las campañas millonarias? Decía Rosa Diez que no tenía presupuesto para llegar a la gente. ¿No se supone que únicamente se necesita un mensaje sólido y coherente para ser un político solvente y llegar a la gente? ¿Por qué es el mensaje el que tiene que llegar a la gente y no la gente la que tiene que preocuparse por el mensaje? ¿Por qué hay que alquilar la plaza de toros y regalar un bocadillo para dar sentido a tu programa?
Hace años Pascual Maragall “salió del armario” organizando una cena para empresarios de a 100.000 pts el cubierto. Dijo que era una forma original de recaudar dinero para la campaña. Decía con cierto criterio que era preferible explicar en la cena cuales son los objetivos del partido al que daban su dinero en lugar de simplemente pedir el dinero. Mmm… ¿pedir dinero? ¿Conoce el respetable lector un solo empresario que de dinero a cambio de nada?
Es decir, tenemos un sistema que sólo funciona con mucho dinero pero ese dinero sólo lo tienen unos pocos. Es decir cualquiera que salga elegido no puede tomar decisiones que contradigan o perjudiquen mucho a esos pocos que te dan el dinero. Sin embargo lo paradójico del asunto es que el poder te lo tienen que dar los seres anónimos que no son los que tienen el dinero. Moraleja: utiliza el dinero para convencer a los seres anónimos de que lo que es mejor para ellos es exactamente lo mismo que lo mejor para los que tienen el dinero. Con estas reglas del juego no necesito 97 opciones políticas sino una sola aunque es infinitamente mejor plantear dos para que parezca lo que no es. Esa opción es la que ha votado el 83% de la población. 21 millones de personas han elegido entre distintos matices de un mismo sabor.
Aun así, la prueba más tangible de la degeneración del sistema democrático en nuestro país se puede ver reflejada en números, como gusta a los hombres grises, echando un vistazo crítico a la ley electoral. Una de las premisas de la democracia es la de que todos los seres humanos somos iguales y por tanto disponemos de un voto. MENTIRA.
En nuestro país los diputados que conforman el parlamento se eligen según una fórmula estadística (ley d’hont) que trata de repartir proporcionalmente los escaños en relación al número de votos obtenidos. Mucho se ha criticado la dichosa ley d’hont sobre su manifiesta imparcialidad que favorece los partidos regionalistas pero esto no es más que otra de tantas mentiras de las que aparece cuando se habla de democracia. La ley d’hont es tan buena como cualquier otra distribución estadística. Lo que es imparcial y hasta fraudulento es el uso que se hace de ella.
Por una razón que todavía desconozco, puesto que la vinculación de un diputado del PSOE de Ávila con Ávila o con sus votantes es nula, el número de diputados elegibles se reparte por provincias con un criterio que alguien tendría que explicar alguna vez.
En las últimas elecciones en Madrid había 4.394.541 votantes potenciales y en Madrid se eligen 35 diputados. Es decir, un diputado madrileño representa a 125558 votantes. En las mismas elecciones pero en la provincia de Álava había 249.369 votantes potenciales para elegir 4 diputados. Es decir cada diputado alavés representa a 62342 votantes. ¿Podemos seguir llamando democracia a un sistema donde el voto de mis paisanos vitorianos vale exactamente el doble que el mío?
Pero hay más. La tabla adjunta representa los diputados y el número de votos obtenidos por las formaciones políticas con representación en las elecciones 2008.
Ayer, participando en la irónica “fiesta de la democracia” votaron más de 25 millones de personas. El 83% de ellas (¡más de 21 millones!) estuvieron de acuerdo en decantarse por exclusivamente dos opciones. El resto, el 17%, lo hizo por alguna de las otras 95 opciones que se presentaban. Curioso. Si mis amigos fuesen un fiel reflejo de la sociedad “democrática” española no tendríamos ningún problema para quedar a cenar pero está claro que o no son una muestra representativa o aquí hay algo que no cuadra.
Ayer a todos los políticos, ese prodigio de la naturaleza que transforma algo intangible como la demagogia en un ente tangible y fútil de carne y hueso, se les llenaba la boca con la palabra democracia. “La fiesta de la democracia”, decían. Me encantaría que algún día nos explicasen al pueblo llano que es lo que ellos entienden por democracia. Para los griegos, presuntos inventores del concepto, la democracia era literalmente el “gobierno de los artesanos y campesinos”. Ellos lo tenían claro, esclavos y mujeres no parece que tuvieran mucho que decir entonces. Sus razones tendrían. Incluso Aristóteles lo definía como el gobierno de “muchos o todos”. Probablemente lo que Aristóteles quería matizar con lo de “muchos” es que no “todos” tuviesen el criterio o simplemente las ganas suficientes para gobernar una institución.
El caso es que lo que está consolidado en la sociedad moderna occidental, no solo en nuestro país, tiene poco que ver con esa democracia que soñaban los griegos e incluso con la democracia pura que se puede dar en una reunión de vecinos o un grupo de amigos que pretender elegir el color de la equipación de su equipo de fútbol, donde normalmente con una docena de participantes se discuten una docena de opciones. La opción que ha calado para dirigir algo mucho menos importante como el gobierno de tu país es la opción fácil que predican nuestros políticos: “No te compliques y vota útil”.
Si nos complicásemos un poco la vida veríamos que lo que ha terminado cuajando en la erudita sociedad occidental es eso que Polibio, seguimos sin abandonar la Grecia clásica, definía como Oclocracia. Es decir, el gobierno de la muchedumbre. La oclocracia no es más que una de las degeneraciones de la democracia junto a la oligarquía y la tiranía. Es el gobierno de un pueblo que a la hora de abordar asuntos públicos o políticos presenta una voluntad viciada, confusa, no juiciosa o irracional. Bastaría hacer un estudio sobre el conocimiento de los votantes en cuanto, no sólo ya al programa político de sus adorados representantes, sino sobre la existencia del resto de las posibles opciones que concurren a unas elecciones libres. Unas elecciones “libres” donde el resto de opciones no existe en los medios de comunicación “libres”, por cierto.
¿En qué libro de Aristóteles viene que las campañas políticas tuviesen que estar soportadas por presupuestos millonarios que soportan asesores de campaña, expertos de marketing, sociólogos de la mentira o vendedores sin escrúpulo? ¿No es paradójico pregonar ecologismo desperdiciando papel y energía? ¿Por qué una campaña política se parece tanto a una campaña de publicidad? ¿Qué tiene que ver la publicidad con la democracia? En las campañas publicitarias de Whiskey utilizan te en lugar de la propia bebida porque el color parece que da mejor en pantalla. Los vendedores de detergente usan prendas nuevas y no lavadas para promocionar su cada vez más potente blanco nuclear y los vendedores de tabaco hacen que aparezcan los fumadores feos como grandes conquistadores de corazones femeninos. Supongo que los políticos harán lo mismo. ¿Tiene eso algo que ver con la democracia?
¿De dónde sale el dinero que soporta las campañas millonarias? Decía Rosa Diez que no tenía presupuesto para llegar a la gente. ¿No se supone que únicamente se necesita un mensaje sólido y coherente para ser un político solvente y llegar a la gente? ¿Por qué es el mensaje el que tiene que llegar a la gente y no la gente la que tiene que preocuparse por el mensaje? ¿Por qué hay que alquilar la plaza de toros y regalar un bocadillo para dar sentido a tu programa?
Hace años Pascual Maragall “salió del armario” organizando una cena para empresarios de a 100.000 pts el cubierto. Dijo que era una forma original de recaudar dinero para la campaña. Decía con cierto criterio que era preferible explicar en la cena cuales son los objetivos del partido al que daban su dinero en lugar de simplemente pedir el dinero. Mmm… ¿pedir dinero? ¿Conoce el respetable lector un solo empresario que de dinero a cambio de nada?
Es decir, tenemos un sistema que sólo funciona con mucho dinero pero ese dinero sólo lo tienen unos pocos. Es decir cualquiera que salga elegido no puede tomar decisiones que contradigan o perjudiquen mucho a esos pocos que te dan el dinero. Sin embargo lo paradójico del asunto es que el poder te lo tienen que dar los seres anónimos que no son los que tienen el dinero. Moraleja: utiliza el dinero para convencer a los seres anónimos de que lo que es mejor para ellos es exactamente lo mismo que lo mejor para los que tienen el dinero. Con estas reglas del juego no necesito 97 opciones políticas sino una sola aunque es infinitamente mejor plantear dos para que parezca lo que no es. Esa opción es la que ha votado el 83% de la población. 21 millones de personas han elegido entre distintos matices de un mismo sabor.
Aun así, la prueba más tangible de la degeneración del sistema democrático en nuestro país se puede ver reflejada en números, como gusta a los hombres grises, echando un vistazo crítico a la ley electoral. Una de las premisas de la democracia es la de que todos los seres humanos somos iguales y por tanto disponemos de un voto. MENTIRA.
En nuestro país los diputados que conforman el parlamento se eligen según una fórmula estadística (ley d’hont) que trata de repartir proporcionalmente los escaños en relación al número de votos obtenidos. Mucho se ha criticado la dichosa ley d’hont sobre su manifiesta imparcialidad que favorece los partidos regionalistas pero esto no es más que otra de tantas mentiras de las que aparece cuando se habla de democracia. La ley d’hont es tan buena como cualquier otra distribución estadística. Lo que es imparcial y hasta fraudulento es el uso que se hace de ella.
Por una razón que todavía desconozco, puesto que la vinculación de un diputado del PSOE de Ávila con Ávila o con sus votantes es nula, el número de diputados elegibles se reparte por provincias con un criterio que alguien tendría que explicar alguna vez.
En las últimas elecciones en Madrid había 4.394.541 votantes potenciales y en Madrid se eligen 35 diputados. Es decir, un diputado madrileño representa a 125558 votantes. En las mismas elecciones pero en la provincia de Álava había 249.369 votantes potenciales para elegir 4 diputados. Es decir cada diputado alavés representa a 62342 votantes. ¿Podemos seguir llamando democracia a un sistema donde el voto de mis paisanos vitorianos vale exactamente el doble que el mío?
Pero hay más. La tabla adjunta representa los diputados y el número de votos obtenidos por las formaciones políticas con representación en las elecciones 2008.
No hace falta ser muy observador para ver que el orden en el número de escaños no se corresponde con el número de votos o que IU con seis veces más votos que coalición canaria tiene el mismo número de escaños. Los eruditos de pacotillas, estudiosos del humo o simplemente mentirosos se escudan en que este sistema favorece a los partidos nacionalistas o regionalistas y que se hizo por eso, “para descentralizar”. Otra MENTIRA más. Servidor se ha dedicado a aplicar la ley d’hont a toda la geografía nacional como si no existiese el reparto por provincias. Es decir, una única jurisdicción donde se reparten 350 diputados. En teoría este sistema debería perjudicar claramente a formaciones como CIU o Coalición Canaria que sólo se presentan en su comunidad autónoma pero vean los resultados en la tabla adjunta.
¡Oh sorpresa! ¿Cuántos escaños saca CIU y Coalición Canaria? Exactamente los mismos. Otros partidos minoritarios como BNG o ERC sacan incluso alguno más aunque también es verdad que PNV o NA-BAI alguno menos. Cuestión de un diputado arriba o abajo en cualquier caso.
¿Quién sale favorecido entonces si los partidos nacionalistas se quedan igual? Es evidente: PSOE y PP tendrían 15 diputados menos.
Por eso la ley nunca va a cambiar, porque favorece al poderoso. Es otra de las degeneraciones de la democracia: la tiranía de la mayoría. Es decir, el sistema se justifica en la mayoría para consentir una situación manifiestamente injusta. Apoyándose en el mismo concepto fueron perseguidos los homosexuales como Oscar Wilde en la Gran Bretaña del siglo XIX y hasta Sócrates fue condenado por disentir del sistema de la mayoría.
Los grandes perjudicados de esta farsa son por tanto los partidos nacionales no mayoritarios. Es decir, aquellos donde se situaría, si alguna vez surgiese, una posible alternativa al circo montado. Es decir, aquellos que son los únicos que podrían ser rivales de los dos partidos en el poder. Los únicos que alguna vez podrían ser la alternativa al monstruo de dos cabezas (porque el resto de partidos no se presentan en todo el estado) y disputarles el gobierno del país. Lo que es incomprensible es que alguno de estos partidos de todavía de comer a quien le está matando. En su actitud lleva su penitencia y ahí está el descalabro de IU.
El sistema por tanto es perfecto sólo existe un voto posible, el que apoyan los grandes grupos económicos, que son los que eligen el sistema que les viene mejor, pero tiene dos caras para que parezca que existen más. Funciona de tal forma que parece que el gobierno lo elige el pueblo llano pero no es así porque tiene mecanismos de defensa suficientes como para que no exista más opciones y si existe algún loco que pretende introducirse, el sistema lo reduce al ostracismo de los votos legalmente mal repartidos. Chapeau!
El sistema es perfecto para quienes lo crearon y a tenor de lo contento que estaba ayer mucha gente si parece una fiesta pero por favor, no le llamen democracia.
¡Oh sorpresa! ¿Cuántos escaños saca CIU y Coalición Canaria? Exactamente los mismos. Otros partidos minoritarios como BNG o ERC sacan incluso alguno más aunque también es verdad que PNV o NA-BAI alguno menos. Cuestión de un diputado arriba o abajo en cualquier caso.
¿Quién sale favorecido entonces si los partidos nacionalistas se quedan igual? Es evidente: PSOE y PP tendrían 15 diputados menos.
Por eso la ley nunca va a cambiar, porque favorece al poderoso. Es otra de las degeneraciones de la democracia: la tiranía de la mayoría. Es decir, el sistema se justifica en la mayoría para consentir una situación manifiestamente injusta. Apoyándose en el mismo concepto fueron perseguidos los homosexuales como Oscar Wilde en la Gran Bretaña del siglo XIX y hasta Sócrates fue condenado por disentir del sistema de la mayoría.
Los grandes perjudicados de esta farsa son por tanto los partidos nacionales no mayoritarios. Es decir, aquellos donde se situaría, si alguna vez surgiese, una posible alternativa al circo montado. Es decir, aquellos que son los únicos que podrían ser rivales de los dos partidos en el poder. Los únicos que alguna vez podrían ser la alternativa al monstruo de dos cabezas (porque el resto de partidos no se presentan en todo el estado) y disputarles el gobierno del país. Lo que es incomprensible es que alguno de estos partidos de todavía de comer a quien le está matando. En su actitud lleva su penitencia y ahí está el descalabro de IU.
El sistema por tanto es perfecto sólo existe un voto posible, el que apoyan los grandes grupos económicos, que son los que eligen el sistema que les viene mejor, pero tiene dos caras para que parezca que existen más. Funciona de tal forma que parece que el gobierno lo elige el pueblo llano pero no es así porque tiene mecanismos de defensa suficientes como para que no exista más opciones y si existe algún loco que pretende introducirse, el sistema lo reduce al ostracismo de los votos legalmente mal repartidos. Chapeau!
El sistema es perfecto para quienes lo crearon y a tenor de lo contento que estaba ayer mucha gente si parece una fiesta pero por favor, no le llamen democracia.
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