PUZZLE SIDERAL

16 de enero de 2008

Por circunstancias que no vienen al caso me encontraba hace unos días sentado en el AVE camino a Sevilla y tenía los cascos puestos cuando anunciaron la inminente película que echarían para amenizar el trayecto. Reconozco que normalmente no suelo prestar mucha atención a estas cosas porque lo más habitual es que esté leyendo, escuchando música, hablando con alguien o simplemente porque la película que echan no me interesa. Esta vez parecía encontrarme en el mismo caso cuando escuché el título: Music & Lyrics (“tú la letra y yo la música”), es decir la última peripecia cinematográfica del simpático Hugh Grant. Puff!, el prejuicioso snob que llevo dentro bajó los ojos inmediatamente en dirección al denso libro que sostenía entre mis manos pero muy pocos segundos después volví a alzar la vista instintivamente. La razón fue unos curiosos acordes de claro tufo “ochentas” que me hicieron sentir curiosidad por descubrir lo que estaba sonando. El principio de la película es un video-clip protagonizado por el propio Hugh Grant y que es una parodia a los grupos new romantic de los 80 que sinceramente no tiene desperdicio. De hecho personalmente considero que es lo mejor de la película. Es de las cosas más graciosas que he visto últimamente y recomiendo encarecidamente su visualización.






El caso es que el susodicho video-clip me enganchó a la trama y reconozco que me tragué la película enterita. Se trata de una comedia acaramelada donde Hugh Grant vuelve a interpretar el mismo papel de siempre, papel que hay que reconocer que tiene muy depurado, aunque creo que entrar a valorar la calidad de la película no es motivo de este foro. Lo que si quería era comentar un par de cosas.

Una es el trato tan respetuoso que hacen los anglosajones de la creación musical en una producción de claro tinte comercial destinado a un público masivo, en general poco interesado por estos matices, donde a priori no parece hacer falta algo así teniendo en cuenta que detrás de lo almibarado y superficial del guión se esconde una irónica crítica al mundo de la música comercial. Sin embargo, las referencias que aparecen respecto a lo que supone escribir una canción, el trabajo que hay detrás, buscar una melodía que nos sabes de donde viene, pensar sobre lo que quieres decir, valorar la letra dentro de una canción al nivel de la música, construcción de sencillas maquetas caseras con protools antes de entrar en el estudio, las diferentes formas en las que puedes construir la misma canción… son respetuosas y fieles más o menos a la realidad dentro de lo que cabe. Las comparaciones son odiosas y casi prefiero no imaginarme lo que haríamos aquí para algo parecido.

Otra cosa es lo curioso que es esto del mundo de la música. La trama gira en torno a una canción que tiene que escribir el tal Hugh Grant, un músico de éxito con la canción del video décadas atrás y que ahora, en horas bajas, se le presenta una oportunidad si es capaz de componer un nuevo éxito. La nueva canción de marras (“way back into love”) se repite tantas veces y de tantas formas diferentes que al final es inevitable que se te quede pegada en la cabeza aunque esto no debe ser una excusa para que servidor salga orgulloso del armario y admita que la canción le gustó y le gusta. Está sorprendentemente interpretada por los propios actores (nada mal, por cierto), es blanda, melosa, pastelosa,… y demás adjetivos del mismo calibre que merecidamente se quieran colocar, pero reconozco que a mi esas cosas en general me gustan y que igual que busqué en youtube el video-clip del principio busque también los acordes y la letra de la susodicha canción.

Mi sorpresa y motivo de reflexión sobre lo curioso que es este mundo fue cuando descubrí quien era el autor. Se trata de un tal Adam Schlesinger, es decir uno de los tipos que dentro de un par de días aparecerán en la Joy Slava bajo la exquisita bandera de Fountains of Wayne, FOW para los amigos. Todo encaja como un puzzle sideral.

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