¿VOLVER A EMPEZAR?

8 de enero de 2008

Alrededor de estas fechas suelo tener la costumbre de echar un vistazo a las listas de lo mejor del año en las revistas inglesas más alejadas de la indie-prensa del corazón. Digo de antemano que en general no coincido con esas listas (y mucho menos este año), lo cual es algo que me parece lo más natural del mundo porque la música afortunadamente es un tema de gustos, pero lo utilizo como herramienta para intentar descubrir grupos que no conozco y que me puedan parecer interesantes. También me sirve para ver que es lo que se cuece en esas cabecitas que deciden lo que es cool y lo que no lo es. Debo reconocer que este año la decepción ha sido grande. Salvando los trabajos de viejas luminarias consagradas, las listas están saturadas de nuevos grupos con unos denominadores comunes que francamente me asustan. La mayoría profesan una salvaje y exagerada intensidad, escondida generalmente en desarrollos espesos, densos y muy muy largos. Ya no son grupos o solistas de tipos de la calle con inquietudes, sino colectivos dirigidos por inaccesibles luminarias frikis que dominan 39 instrumentos y las artes de la producción/edición/grabación con la misma destreza. Todo ello vestido de aparente instrumentación pomposa, técnicas de producción y grabación de vanguardia, estética misteriosa, capacidad de sufrimiento ilimitada y mucha, mucha, mucha intelectualidad. Como en botica, hay de todo y el abanico va desde auténticos tostones soporíferos hasta propuestas que me parecen interesantes (siempre desde mi modesta opinión, claro está). Reconozco que he intentado acercarme y entender con mayor profundidad algunas de ellas pero reconozco también que me demandan un esfuerzo en tiempo, comprensión y análisis por mi parte que no siempre tengo y que más de una vez me hace desistir en el camino de seguir intentándolo. Probablemente me esté perdiendo lo mejor pero aunque hay alguna cosa que me guste no he encontrado nada que llegue a emocionarme o que pase a engrosar ese puñado menguante, pero irónicamente cada vez más nutrido, de discos que me gustan de verdad. La semana pasada por casualidad leí una crítica en Rock de Luxe de un grupo ajeno a esta corriente y cuyo nombre no viene al caso porque lo que realmente me llamó la atención fue lo que se decía allí. Como es ya desgraciadamente normal en esta publicación de vocación talibán la crítica era demoledora en su negatividad (o quería serlo) y fundaba su tesis en la “simpleza” de la propuesta y en que su “pop sin intensidad” estaba “muy alejado de los cánones que marca la tendencia actual en el pop”. Reconozco que la generalmente previsible opinión de algunos de los escribanos de tan peculiar publicación me resulta generalmente tan prescindible como probablemente resulte mi propia opinión para ellos pero por suerte o por desgracia lo suyo es más significativo de por donde van los tiros ya que al fin y al cabo el autor de la crónica escribe en una publicación de tirada nacional y yo no. Recurriendo a la historia de la música (a veces es sano mirar atrás) esto me recuerda a lo que ocurrió en los años 70. El pop en estado puro creado por chicos de barrio, que como una bomba atómica se había definido plenamente y hecho mayor en los años 60, se convirtió en lo musical en un monstruo bastante inaccesible, difícil de ejecutar, difícil de controlar y más difícil de digerir unas década después. Un monstruo que despreciaba la aparente simpleza de sus padres. La interesantísima época psicodélica se fue de madre y la música se lleno de desarrollos exagerados, megalomanía, grandes puestas en escena, virtuosismo instrumental, densidad sonora, adopción de la vanguardia técnica y grandes dosis de intelectualidad mal entendida. El resultado de aquello hoy es una etiqueta, la del rock sinfónico, francamente difícil de digerir fuera de ese contexto y de esa época. La pelota enferma creció tanto que estalló y lo hizo con violencia con la inevitable llegada del punk/new wave o como se quiera llamar a lo que ocurrió, que no fue otra cosa que el intento de abandonar el camino y volver a la aparente simpleza de los orígenes. Mi pregunta es ¿Volverá a ocurrir algo parecido? ¿Volveremos a empezar otra vez? ¿Llegará un nuevo punk/new wave en días venideros que afecte a músicos y cabecitas pensantes? Con punk/new wave no me estoy refiriendo a una banda de niños de papa que se empapan de drogas caras, se ponen los pelos de punta y una corbata de cuero y se pongan a imitar (mal) a los Clash sino algo que de forma conceptual cambie, otra vez, la forma de entender la música.

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