Cabrones

12 de septiembre de 2013

¿A quién consideramos malo? Sí, la pregunta puede parecer una estupidez (y probablemente lo sea) pero eso es lo que me ha dado por pensar después de ver el otro día el último capítulo emitido de Breaking Bad (E13 - T5) y tras sufrir un rato con las andanzas de un Walter White que llega peligrosamente al final de su fascinante huida hacia delante. En ese momento, por alguna razón, sentí lástima de un tipo que ha terminado convirtiéndose en un auténtico cabrón. Objetivamente. Al mismo tiempo sentía también un desagrado importante respecto al que parece ser el bueno de la historia. Mi cabeza pedía una cosa y mi corazón otra. Entendía que la supuesta bondad y buen hacer del policía provenía de exactamente el mismo sitio que la maldad de su Némesis traficante. Del egoísmo más absoluto. Del instinto animal de supervivencia. De esa necesidad tan primaria que tenemos de subsistir pero también de ese capricho humano de tener que hacerlo por encima de nuestros semejantes.

Y pensé que no creo que exista nadie en el mundo que se sienta un tipo eminentemente malo. Que crea que es un cabrón o un ser repugnante que desprestigia a la raza humana. Si preguntamos a cualquier habitante del planeta tierra seguramente dirá que este mundo está lleno de gente mala, de cabrones. Seguramente es de las pocas cosas en las que todos estemos de acuerdo pero dudo que exista uno sólo de todos ellos que se reconozca como tal. Dudo incluso de que coincidamos masivamente al apuntar a los malos. ¿Dónde falla la ecuación entonces cuando todos creemos tener claro lo que está bien y lo que está mal? Creo que es evidente. Cada uno de nosotros guionizamos nuestra vida al margen de los demás. Decidimos lo que es bueno, lo que es malo, lo que merece la pena, lo que es importante, lo que es indispensable, lo que es ético y lo que no lo es en función de nuestras propias circunstancias y además vamos evolucionando los conceptos según las necesidades. La vida te hace pasar de pantalla inesperadamente y hay que estar preparado para enfrentarse moralmente a retos y dilemas que no estaban previstos. Es entonces cuando nuestra escala de valores actúa para tranquilizar a nuestro espíritu. Adaptándose. Mutando si hace falta. Siempre hay razones para hacer lo que hacemos. Razones cuestionables, vale, pero honestas. Razones justificadas y “evidentes”. Ergo, todos somos buenos.


Walter White tiene una razón concreta, clara y entendible para cada atrocidad que hace. Hank Schrader también. ¿Busca Walter White hacer el mal por el mal como paradigma del lado oscuro de la vida? No. Trata de sobrevivir o al menos de hacer sobrevivir a su camada de la mejor forma posible. ¿Busca Hank Schrader hacer el bien por el bien como paradigma de lado luminoso de la vida? No. Llevado por el egoísmo trata de hacer aquello que le da de comer y que además se ha empeñado en hacer a su manera, incluso por encima de consideraciones legales. Ninguno de los dos era así pero las circunstancias de la vida, las diferentes pantallas a las que han tenido que enfrentarse, les ha llevado hasta ese sitio en mitad de un desierto en Nuevo México. A tirar de su propia escala de valores para justificar sus propios actos. Creo que todos, en algún momento, somos Walter White y Hank Schrader y el que diga que no lo es, miente. Ángeles y demonios. Buenos y cabrones. Todos.

@milnobrion 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando dos quieren lo mismo surge el conflicto: lo que es bueno para uno, a menudo es malo para el otro.
Esta premisa está presente en este mundo desde su mismo génesis: para que un ser viva otro tiene que morir.