13 años

15 de septiembre de 2010

Hace 13 años que escribí Fortimbrás, una canción de los Happy Losers que aparece en el segundo disco (Apple Taste) y que es una oda a los amigos invisibles de la infancia concentrados en la forma de un muñeco de peluche. Entonces era 1997 y la realidad, el mundo, lo verdadero, lo autentico, lo moderno, lo único… era mi mundo inmediato. Lo que estaba pasando. Lo de entonces. Mí rabiosa actualidad. El resto no existía o salvo honrosas excepciones era despreciable. 13 años antes de 1997 (13 años antes de entonces) era 1982 lo que para mi entonces significaba el pasado caduco. Naranjito, el PSOE, las teles en color,… En 1982 se publicaban por ejemplo el Thriller de Michael Jackson…. discos que a mí, 13 años después, me parecían la prehistoria, el pasado, los tiempos ancestrales que nada tenían que ver con la música independiente que para mí entonces era lo que movía el mundo. Hace 13 años detestaba con bastante precisión lo que se había hecho 13 años atrás y por supuesto cuando veía a alguno de esos artistas “del pasado” me aparecía tufo a naftalina, a cartón piedra y a falsedad. Sentía que estaban pisando un terreno que ya no tenían y ni les entendía a ellos ni entendía su música ni mucho menos entendía a todos aquellos que “todavía” tenían la desfachatez de comprar discos hechos por personajes que tuvieron éxito (o no) 13 años antes.

Existen cierto tipo de estupideces que se curan (otras no) y afortunadamente esta es una de ellas. De las que se curan, digo. Hace ya mucho tiempo que aprendí en esto de la música a relativizar sobre la fecha de publicación de los discos, la edad de los autores y lo cerca o lejos que su “producto” podía estar cerca de la imperante moda. Cada uno aterrizamos en esto de la vida (y de la música) en un momento dado y eso nos marca para bien y para mal lo cual está muy bien para entender que los que tienen 13 años más que yo adoren con todas sus fuerzas a Elvis Costello igual que yo adoro con todas mis fuerzas a los Teenage Fanclub. Para mí eran los primeros que entraban igual que el señor Costello lo eran para ellos. La diferencia de 13 años me sirve para entender la idealización y los puestos en un imaginario pódium pero no para despreciar con desdén a uno u otro precisamente por venir con 13 años de retraso o 13 años antes. Hoy me encanta Elvis Costello. La edad de los autores de la música es invisible con los ojos cerrados y así debería permanecer. Si el Rock & Roll nació en los años 50 pero después de 60 años hay gente que sigue haciendo Rock & Roll me temo que deberíamos haber superado ya eso de que esto del Pop o el Rock o como se quiera llamar es una música por y para jóvenes donde el resto de los mortales no tiene nada que decir.

El tema de la moda es todavía más imbécil. Uno que ha pasado ya por un montón de supuestas modas ha terminado dándose cuenta de que no sólo todo es efímero y pasajero sino que la mayoría de las ocasiones todas las modas lo que hacen es recoger cosas de otros periodos, cambiarles el sombrero y venderlo como la eterna revolución. Todos copian con mayor o menor talento pero al final ninguna fórmula es deudora y exclusiva de un cierto momento. Si como ejercicio de mimetización (copias exactas) no como ejercicio de inspiración. Piénsenlo bien y verán como casi siempre es así.

Por eso detesto con todas mis fuerzas aquellas voces del “coolness” que no sólo recelan de todo lo que no es rabiosa actualidad (que básicamente es todo aquello que desde los focos anglosajones de siempre se dice que es guay) sino que desprecian con verdadero asco todo lo que no se acerca a ese saco. A mí que este grupo de niños de papá que retiran su cuidado flequillo de las gafas de pasta, que leen más críticas de libros que libros y por ende escuchan más críticas de discos que música me importa básicamente una mierda. El problema es la cantidad de ovejas que siguen la llamada del supuesto gurú.

Por eso he disfrutado tanto “goodbye Killer”, el último disco de los Pernice Brothers. El bueno de Joe Pernice lleva décadas haciendo música y tocando en miles de sitios lo que supone un bagaje suficiente como para literalmente se la sude lo que piensen los críticos de su acercamiento o alejamiento con lo que es “in”. A estas alturas, después de siete discos publicados con ese nombre y otros tantos con otras denominaciones, es evidente que el amigo Joe no va a ser el próximo Bono, ni Michael Stipe, ni el guaperas de Muse o el tipo cool de los Arcade Fire igual que es evidente que sus discos, sean como sean, no van a aparecer en los primeros de las listas que marcan tendencia en las revistas especializadas (si acaso en la de algún enteradillo que a fuerza de ser más cool que nadie le da la vuelta a la tortilla) pero imagino también que no es un dato que le preocupe al autor.

Este “goodbye Killer” empieza con tres segundos de silencio y a partir de ahí lo que aparece es Joe Pernice en estado puro. Melodías preciosistas que sin hipotecar la personalidad beben de las mejores fuentes, tradición americana muy bien disimulada y unas cuidadísimas letras que transmiten melancolía y perplejidad. Es el disco menos pretencioso de entre todos los discos de un artista nada pretencioso. Producción sencilla a más no poder y arreglos que apenas se mueven de los códigos estándar… pero es tan bonito. Por mucha paja que pongas encima el corazón está en las canciones y así debería ser siempre.

Sinceramente, no creo que sea el mejor disco del año ni siquiera el mejor disco de su carrera (ese “The World won’t end” sigue ostentando el podio para mí) pero me ha resultado refrescante y aleccionador escuchar algo así ahora mismo. Bien por el señor Pernice.


Si quieres escuchar (viendo el vídeo) una de las canciones del disco visita este link

0 comentarios: