El malo, el sufridor y el listo

9 de enero de 2009

En días como el de hoy, con la mayor nevada en las calles de Madrid que este humilde escribano recuerda en su vida, es mucho más fácil entender el frío que deben estar pasando los sufridos bosnios de Sarajevo que ayer nos enseñaban todos los telediarios para poner imágenes al “conflicto” entre Rusia y Ucrania por el suministro de Gas Natural. Lo que no me parece fácil de entender, y de hecho no entiendo, es porque mandan las cámaras al corazón de la extinta Yugoslavia para poner imágenes a un conflicto cuyo origen y cuya solución tiene tan poco que ver con ellos.

Supongo que todo obedece a ese nuevo orden mundial donde las cosas se explican con una frase, a ser posible tópica o típica, y donde indisolublemente absolutamente todo tiene siempre sólo dos colores. Total, aquí en occidente parece evidente que ya nos hemos acostumbrado a cosas como que los malos siempre son los rusos o que cuando hay que poner imágenes de gente que sufre, sea lo que sea, los ejemplos siempre serán los ciudadanos de Sarajevo o los aficionados al atlético de Madrid. Hay cosas que son así porque tienen que ser así y ya está.

Y es que puestos a ser certeros el dichoso conflicto tiene poco que ver con los últimos musulmanes europeos pero mucho que ver con los efectos de la caída del telón de acero, la todopoderosa avaricia del líder del “mundo libre” y la “desunión” europea. Me explico. Gracias al endogámico egoísmo de los países que componen esa entelequia llamada Union Europea, el suministro energético de cada uno de sus miembros es una cuestión particular de cada uno. Es decir, que cada uno se busque la vida. Esa es la regla. Así la Europa central vincula el suministro de gas casi en exclusiva con el “amigo” ruso mientras que los pobres sureños que vivimos debajo de los pirineos tenemos que buscarnos la vida con el “amigo” árabe. Alguien con dos dedos de frente podría pensar en un plan estratégico de toda la unión europea para no depender de los “amigos” y tener alternativas o vías de escape. Es decir, que los argelinos tienen problemas, pues los españoles y portugueses podemos quemar el gas del caucaso. Que los rusos tienen problemas pues, los sufridos europeos del este pueden quemar el gas argelino vía sur de Europa. Parece lógico si en la ecuación no estuviese entre otras interferencias el agujero negro de Francia, muy suyos siempre, que no permiten este tipo de enjuagues “generosos” y que tienen que controlar con beneficio todo lo que tenga que ver con ellos. De esta manera tan “francesa” se da la paradoja de que en Sarajevo se acaban las existencias de leña y se congelan mientras en España tenemos excedente de gas. Aun así y a pesar de su aparente simpleza no creo que sea un tema que se trate en las suculentas comidas que se dan los burócratas que disfrutan la vida de Bruselas. Tampoco veo a Iñaki Gabilondo o a Matias Prats muy preocupados.

Pero insisto, el “conflicto” es tal no porque los sarajevitas estén pasando frío y calamidades sino porque el gran hermano alemán y francés están empezando a temer que también ellos pueden empezar a sufrir. Por eso el “problema” sale en los periódicos y por eso el tema se solucionará por las buenas o por las malas. Ya verán.

El gasoducto que alimenta energéticamente al corazón de Europa viene desde Rusia y Ucrania es simplemente el sitio por el que pasa. En tiempos Ucrania era una república soviética dirigida desde moscú y vinculada con el pueblo ruso por las buenas y por las malas. Evidentemente en esas condiciones el peaje por pasar un tubo por territorio ucraniano era tremendamente generoso para estos últimos (y también para los primeros). Los ciudadanos de Ucrania tenían el suministro de gas resuelto gracias al camarada comunista y los soviéticos hacían y deshacían a voluntad allí donde querían pero las cosas han cambiado con la caída del muro de Berlín. Al igual que en la mayoría de repúblicas limítrofes con Rusia (todas ellas, incluida Ucrania, con una significativa minoría de población rusa ignorada por occidente) los nuevos gobiernos “demócratas” han sido impulsados y sostenidos en general por occidente y en particular por el líder del “mundo libre”. De esta manera Rusia ha visto como en cuestión de una decena de años las antiguas repúblicas hermanas ahora son países situados en las antípodas del poder siendo capaces de instalar misiles nucleares a pocos kilómetros de la frontera (como en Polonia) o de directamente atentar contra la minoría rusa de los nuevos países (Osetia del sur). No es el mejor panorama para fiarse de los "vecinos". En la misma línea los dirigentes ucranianos han pensado que el hecho de que un gasoducto importante pase por su terreno les hace protagonistas de la batalla y con la soberbia de los nuevos ricos (y la sensación de estar protegidos por occidente) se ven capacitados para poner las reglas del juego dictaminando por ejemplo el peaje que los rusos tiene que pagar por pasar por allí. Los rusos incluso denuncia directamente que los ucranianos se quedan gratuitamente más gas del que le corresponde (que roban, vamos).

El problema se arreglará pronto por la sencilla razón de que los protectores de Ucrania necesitan “comer” y amigo, con la comida no se juega. Los Ucranianos por tanto aceptarán las reglas, los policías, los observadores y lo que los alemanes digan que tienen que aceptar. Así funciona el mundo. Lo que tiene gracia es que aun así los malos sigan siendo los rusos. Ahora bien, los rusos serán malos pero no son idiotas precisamente y viendo el panorama ya han empezado la construcción de un gasoducto que parte de la costa rusa y llega directamente y sin intermediarios a Alemania. Los alemanes encantados (menos peaje, más barato) y los rusos también (menos aranceles, más caro). Veremos entonces quien les vende el gas (y a qué precio) a los “demócratas” ucranianos. ¿Se calentarán entonces de democracia occidental?

Eso si, Bosnia y el Atlético de Madrid seguirán sufriendo igual ajenos a la jugada.

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