Adaptando la belleza

18 de julio de 2011

“La belleza es muy superior al genio. No necesita explicación” - Oscar Wilde

Existe una gran mayoría de personas, de esas que ponen y quitan presidentes, que aúpan o trituran los ratios de “share”, que siguen la actualidad deportiva como si la actualidad deportiva fuese exclusivamente la ficticia realidad de su propio equipo, de esas que crean y destruyen héroes posmodernos tan vacíos como espectaculares, que están convencidas de que la televisión, el cine, la literatura o la música tienen exclusivamente la noble misión entretener sin manchar. De divertir desde la distancia. De hacer pasar el tiempo por la simple razón de que éste pase. Estoy aburrido de escuchar como un mantra que se autoalimenta hasta entrar en resonancia eso de que uno no va al cine, pone la tele, abre un libro o escucha música para “ver penas” o tener que “sufrir”. Uno no tiene tiempo de ponerse a pensar en las desgracias de los demás porque bastantes desgracias” tiene ya uno mismo”. Sólo existe una forma plausible de ocio. El entretenimiento como puro placer hedonista y básico que no requiera el más mínimo átomo de esfuerzo intelectual. El placer de lo evidente. El abrigo de lo esperado. Fuegos artificiales en los que zambullirse pero de los que no mojan. Grandilocuencia auto explicativa. Si usted se siente identificado en la descripción anterior no siga leyendo. The Crimson Petal and The White no le gustará. No está hecha para usted. Le parecerá aburrida y pretenciosa. Triste y famélica. Aburrida y pesada. Lenta y Absurda. Requiere un esfuerzo para el que no encontrará probablemente recompensa. Tampoco le interesará lo que yo le pueda contar al respecto porque ya la aviso que a un servidor le parece, bien al contrario, algo muy cercano a lo que debería ser una serie de televisión perfecta.

The Crimson Petal & The White es antes que otra cosa una novela publicada en 2002 por el holandés Michel Faber que tuvo un éxito significativo en el mercado anglosajón dónde fue originalmente publicada. Ambientada en Londres durante la rígida y opresiva época victoriana narra la historia alrededor de los demonios de una extemporánea prostituta nacida y criada en los bajos fondos londinenses que se mezclan con los demonios de un acomplejado heredero de la decrépita clase alta inglesa. Lo que en apariencia parece un tema manido resulta sin embargo original sobre todo a la hora del camino elegido para contar la historia. La gente que ha leído la novela destaca la forma tan elegante del autor para describir ambientes y sensaciones a través del solapamiento de los monólogos interiores de cada uno de los personajes que componen el cuadro. Es fácil entender por qué la adaptación de algo así a la pequeña (cada vez más grande) pantalla era un reto harto complicado.

Pero como cualquier pieza artística en busca de la excelencia sin saberlo The Crimson Petal & The White como serie de televisión (de la BBC británica por cierto, para que se entienda mejor lo que viene a continuación) toma la novela únicamente como referencia pero la trasladarla a los elementos propios del género cinematográfico. La originalidad narrativa del texto se transforma en originalidad narrativa y visual según unos cánones distintos y propios. Olvídense de larguísimas elucubraciones con voz en off que suplantarían los monólogos o demás obviedades porque no existen. Las descripciones se transforman en una fotografía sublime que no necesita mayor explicación. Las conclusiones sofisticadas se transforman en precisos silencios que riegan en el espectador la capacidad de alinear conceptos. ¿Es posible transformar floridas reflexiones en prosa en verdaderos cuadros pictóricos capaces de ser degustados y hasta olidos? Lo es y el resultado es arrebatador. La serie, mini-serie en realidad puesto que se trata de cuatro capítulos de una hora, es un collage perfecto de pequeñas porciones de suciedad, retratados y alineados de forma tan maravillosa y poética que el resultado es imposible que deje indiferente a nadie. Se crea un universo tan dramático, enigmático, complicado y exageradamente contenido que es capaz de fluctuar con estilo entre los extremos antagónicos. Desde el infierno arrabalero que creó a Sugar (la meretriz protagonista) hasta el engolado y falso universo clasista que pertenece a William Rackham (el atribulado niño de papá que supone ser la antipartícula que equilibra el cuadro). Sin apenas esfuerzo se deja por el camino amor, lujuria, rencor, venganza, belleza, lástima, odio, esperanza, desesperanza, horror, miseria, xenofobia, odio, amistad, cariño, envidia,… Un universo en el conviven con naturalidad lejías caústicas para el lavado de los genitales con libros de Shakespeare. Cocheros lascivos que tocan el culo con el amor verdadero entre una madre que nunca lo será y una hija que nunca tendrá a su madre. Pastillas de jabón perfumado para manos que jamás dejarán de estar sucias por mucho que se laven.

The Crimson Petal & The White es la prueba viviente de que el tubo de rayos catódicos es un medio con sus propias reglas para la creación artística. De que no hacen falta guiños ingeniosos o tramposos de guión para tener al espectador enganchado. De que las series pueden empezar y acabar en sólo cuatro capítulos pero seguir siendo grandiosas serie de televisión. De que las historias de época pueden ser y parecer tremendamente modernas. En definitiva, de que la televisión como arte es posible y lo es además dentro de un ente público.

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