Piratas con corbata, ladrones ingenuos.

23 de diciembre de 2010

La ley Sinde era muy mala sí, pero me temo que el debate no era (ni es) la ley Sinde. Reconozco que la ley Sinde estaba demasiado perfumada y barnizada por el lobby mafioso en torno a los millonarios de la SGAE, que se han apropiado del concepto cultura como para que alguien con un mínimo de vergüenza pudiera sumarse a favor del carro, pero me temo que la no-ley es bastante peor que la ley. La SGAE sólo representa a la SGAE (y no a los “creadores”) y se me abren las carnes cada vez que pretenden monopolizar el concepto de creación pero me da incluso más pavor que los delincuentes de internet digan actuar a favor de la cultura. España, con su SGAE, sus piratas, sus políticos y sus gentes, da asco.

Por alguna razón que quizás debiéramos ir a buscar en novelas clásicas como el Lazarillo de Tormés o el Buscón, que tan bien reflejan el sentir patrio, las gentes de este país que sacan pecho cuando se cuelan en cualquier fila y se quedan con las vueltas cuando el cambio está equivocado, han decidido también que los artistas, los creadores, los seres humanos que a través de talento deciden traer algo a este mundo que antes no existía no sólo no pueden recibir beneficio alguno por el resultado de su obra sino que ni siquiera tienen ningún derecho sobre ella. Resulta bochornoso y humillante ver ladrar en las tertulias a tipos de cerebro caducado y caradura inmensa, como el tal Sádaba por ejemplo, cuestionando en base a no sé qué metáfora de la estupidez (que por supuesto ni siquiera pretende argumentar), la existencia de la propiedad intelectual. Deleznable actitud especialmente cuando viene de un ser que vive y ha vivido de ello. Lo dice ahora, claro, con el culo caliente en las sillas de las emisoras que le pagan por ladrar (¿por qué cobra por ello entonces querido erudito?). Es como si yo defiendo que la carrera de Ingeniero de Industrial debería ser de 400 años después de que yo la he sacado en 6. Genial, así hasta dentro de 400 años no tengo competencia. ¿De qué hubiese vivido usted señor Sádaba si esta moda de vender que el talento no es patrimonio de nadie y por supuesto debe ser gratuito, hubiese aparecido en esos años en los que todavía le funcionaba el cerebro?. Lo mismo hoy tendría que levantarse a las 7 de la mañana y ponerse una corbata.

El debate es tan sencillo que no debería existir debate. En este país de ladrones neoliberales en el que nos hemos convertido parece que nadie pone en duda la propiedad privada. Todo el mundo entiende que el propietario de una huerta pueda vender sus tomates, que el trabajador que aporta su talento para la contabilidad en una multinacional reciba una nómina a final de mes, que los coches de cierta marca valgan 1000 veces más que la suma del valor individual de sus piezas o que el precio de las viviendas no responda al coste real de fabricación, unido al derecho constitucional a la vivienda, sino a las especulativas vicisitudes del mercado. Nadie se lo cuestiona pero con la misma tranquilidad la comunidad pirata decide unilateralmente que la obra de un músico, un escritor o un cineasta no vale nada. No vale nada económicamente, porque así lo han decido un tercero, pero que algo debe valer cuando el iletrado pirata, en pos de la cultura, decide tomarla gratis sin consentimiento de su dueño (¿desde cuándo el autor de una canción es el dueño de esa canción?) para disfrute no sólo particular sino en ocasiones colectivo, obteniendo también llegado el caso un dinerito por la publicidad que pone en su altruista “ágora” de internet. Total, si solamente es cultura. ¡Cuánta hipocresía y yo tan solo!

El día que los tomates sean gratis, los trabajadores trabajen por amor al arte, los coches deportivos sean de uso público gratuito y las viviendas no cuesten nada empezaré a tomar en serio a filósofos de pacotilla, pintores amamantados en los dineros de papá, al colectivo de intelectuales cibernéticos y demás demagogos de la ética podrida. No hay debate. El autor tiene el derecho a vivir de su talento y cualquiera tiene el derecho a despreciarlo, a no comprarlo o a ignorarlo pero no a robarlo miserablemente. Todo lo demás es o secundario o mentira disfrazada de apestoso perfume a pseudolibertinaje.

Y no me hablen de los precios de los discos, de las discográficas, de los intermediarios, de lo que cuesta el plástico del CD porque todo eso son milongas. Usted no piratea por la defensa del espíritu de Robin Hood sino que lo hace porque una cosa que LE INTERESA y que legalmente le cuesta 15€ la puede conseguir gratis. Qué importa que sea ilegal. Ya estoy yo para decir que no lo es. Total, si no existe una ley que lo regule. El problema no es que cueste 15€ o quien recibe esos 15€, el problema es que usted ha decidido unilateralmente que no los va a pagar.

Y no me hable de difusión cultural porque resulta que los artículos más descargados son precisamente las mismas putas mierdas que encabezan las listas oficiales de superventas. El talentoso muchacho sin amigos que monta una banda en su garaje y que, él precisamente si, cuelga su música en internet para que tú te la bajes resulta que se sigue comiendo los mocos porque ni tú te la bajas ni nadie lo hace, pero no porque sea malo sino porque nadie lo conoce. La diferencia es que antes alguien podría editarle un disco y tratar de difundirlo pero hoy nadie se atreve. ¿Para qué?. La pobre gente del grupo ni sabe cómo se hace ni tiene dinero para hacerlo (porque las canciones grabadas en contra de lo que alguno piensa no crecen en el campo). “Que viva de los conciertos” dirá algún anormal con parche en el ojo. ¿Quién va a contratar para actuar a un grupo que no conoce nadie querido estúpido? Debería observar el mencionado tocapelotas además que gracias a internet hoy en día hemos pasado a la coyuntura de que los grupos nuevos tienen que pagar a las salas para dar conciertos (vete a comprobarlo, majete). El mundo al revés. “Que ponga su música en Spotify, que es el futuro” me dirá otro impertérrito gilipollas. ¿Quién te dice querido cretino que no está allí ya? ¿Has ido tú a comprobarlo? Claro, cómo no sabes quién es. ¿Cómo podrías conocerlo si nadie le ha editado un disco, ni puede tocar en directo? Pero es más, ¿Sabes lo que cobra por ponerlo en Spotify? ¿Y si te digo que no cobra nada? ¿Y si te digo que la tendencia es a incluso tener que pagar para poner tu música en Spotify?

El artista es un animal en extinción en este país de ladrones (afortunadamente no ocurre lo mismo en otros países verdaderamente civilizados). En una vuelta de tuerca digna de fariseos vamos a llegar al punto en el que solamente van a poder dedicarse al arte (en cualquiera de sus facetas) los niños de papá o aquellos ingenuos sujetos a un altruista mecenazgo (que nunca es altruista). Aquellos que tienen cama y comida caliente sin mover un músculo. ¿Y todavía esta gentuza me habla de libertad y derechos?. Irse a la mierda, hombre. Roben lo que tengan que robar pero no pretendan encima dar lecciones de criterio.


Pirata (Según el DRAE):
3. com. Persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar.
4. com. Persona cruel y despiadada.

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