Quiero ser un "hombre loco"

20 de octubre de 2010

Yo quiero vivir en esa california soleada donde siempre sopla la brisa o en ese Nueva York de claroscuros, beatniks y mujeres apretadas. Quiero bañarme en esos colores intensos e irónicamente descoloridos que probablemente nunca existieron pero que caracterizan toda una época. Quiero estar en ese mundo donde los hombres llevan siempre sombrero, trajes sofisticados, elegantes camisetas interiores, están permanentemente bien peinados, hacen el amor proporcionalmente a sus dudas e imperfecciones, se enamoran perdidamente de preciosas jovencitas sin sentimiento de culpabilidad y lo hacen además con la comprensión del respetable mientras se pasan el día bebiendo whisky de malta. Quiero vivir en ese mundo en el que las mujeres son tan inteligentes que no alardean de ello, preparan su asalto a la humanidad con la discreción y eficacia de un nexus 6, no tienen miedo a destacar sus robusteces y voluptuosas curvas (más bien todo lo contrario), se acuesta con quien les da la gana (y a veces con quien no les de la gana) teniendo muy claro lo que es y lo que no es su futuro y tienen miradas que consiguen congelar la sangre. Quiero andar por ese mundo en el que la inteligencia y el talento destacan sobre la mediocridad, la belleza exterior e interior van de la mano, dónde puedes encontrar arte y artistas dentro de una oficina, donde la gente se dice cosas horribles con suma elegancia y donde escuchar a los Beatles es cosa de niños.

Quiero ser un hombre loco. Quiero llamarme Don Draper sin que ese sea mi nombre y que todos me perdonen. Quiero ser un Mad Men.

Visionado el último capítulo de la cuarta temporada, repuesto del efecto y secada la baba de mi comisura puedo decir y digo que como sospechaba dos temporadas antes y confirmé en la inmediatamente anterior estamos ante una nueva obra maestra de la televisión (al menos en la exquisita relación que se maneja dentro de las cuatro paredes de mi casa). El nivel que ha alcanzado ya el serial de AMC (ojo a esta cadena que apareció de la nada y está empezando a tener que girar la cabeza atrás para alcanzar a ver a la mismísima HBO) es impresionante desde todos los niveles. Los aspectos técnicos de la serie son tan buenos y evidentes que escuecen. Escuece ver que cuando se jode el wi-fi de casa en la misma pantalla aparecen otras imágenes fabricadas en este bendito país y a las que por lo visto también se les llama televisión. En fin, las producciones nacionales y Mad Men son al mundo de la televisión lo que Manolo el pintor de techos y Velázquez son al mundo de la pintura. Efectivamente lo primero es televisión y lo segundo es pintura.

Pero es que todo lo demás es incluso mejor. La ambientación, el ritmo, la historia,… Hay sin embargo dos cosas que en mi opinión destacan por encima de todo. La primera son los guiones. Complejos, profundos, misteriosos, inteligentes, densos,… perfectos. Es impresionante con a través de un ritmo pausado, anécdotas inocentes, sabores, colores, miradas, comentarios,… se ha ido construyendo una historia simple pero compleja habitada por un ramillete de espectaculares personajes a cada uno de los cuales podría dotarse de un Spin-off de altura. La profundidad de armario de Don Draper es evidente (en torno a ello bascula el núcleo duro de la serie) pero que decir de su alter ego femenio Peggy Olson. ¿Y su permanentemente confundida esposa Betty? ¿Y el genio cínico y astutamente elegante del vividor enamoradizo de Roger Sterling? ¿Y Joan la misteriosa “tetuda” que todavía no sabemos si es ligera de cascos o no, si está enamorada de su marido o no?

La segunda es el plantel de actores que completa el reparto. Apabullante. Si es difícil buscar un resbalón o una mínima imperfección en el grupo de gente seleccionada para representar esta tragicomedia de la vida lo es incluso más destacar a unos por encima de otros. No lo voy a hacer pero si me gustaría recrearme en el personaje de la hija mayor de Don Draper, Sally, representado por una niña que podría dar clases magistrales de interpretación a la mayoría de actores “famosos” de nuestro país. ¡Qué actoraza! Existen planos en los que no necesita abrir la boca para decirlo todo. Esas miradas sostenidas a su padre, esos retos silenciosos a su madre, esas dudas,… ¿alguien sabe que se le pasa por la cabeza a esa criatura? ¿Alguien sabe si es un ángel o un demonio? ¿Alguien es capaz de creerse que esa niña está interpretando y que en realidad no es así? Prácticamente igual que los niños/as ultra-hormonados que saturan la parrilla patria.

Nadie debería dejar pasar la oportunidad de disfrutar con algo así en este momento y en su versión original (¡¡ni se les ocurra intentarlo en su versión doblada!!). Sólo hace falta banda ancha de internet y tiempo. O un amigo y un pen-drive.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

enhorabuena, milno.... bonito articulo... pero no quieras ser un hombre loco..... vive el presente y disfruta de él... es mas autentico, mas sincero. Los sesenta puede que ahora te llamen la atencion , por su image, y eso que estamos hablando de las depuradísimas y vanguardistas LA y NY , pero no es oro todo lo que reluce.. Draper tiene una gran montaña de m.. bajo la alfombra!

vein dijo...

Siiiiiii, comparto esa sensación. Y a la vez me gusta guardarla del resto de los mortales. Es lo único que se aleja de la mediocridad de la que tu hablas, la diferencia entre contemplar mad men a la de ver fisica o quimica.

vein dijo...

Siiiiiii, comparto esa sensación. Y a la vez me gusta guardarla del resto de los mortales. Es lo único que se aleja de la mediocridad de la que tu hablas, la diferencia entre contemplar mad men a la de ver fisica o quimica.

milno brion dijo...

Muchas gracias Anónimo… Draper tiene una buena montaña de mierda debajo de la alfombra pero me temo que yo también la tengo (¿Quién no la tiene?) con la diferencia de que la suya es infinitamente más divertida y elegante que la mía. Insisto.

Gracias también Vein. Me gusta esa visión de saberme ciudadano de una realidad alternativa pero no deja de darme mucha pena que la referencia común sea Física y Química.

Abrazos,