Historias de fútbol

11 de junio de 2010

Supongo que a estas alturas de la película el atento lector estará a punto de olvidarse la tasa de paro cercana al 20% (¿alguien es capaz de creerse que un país puede tener a 2 de cada diez personas sin trabajo y que no existan episodios criminales de asalto todos los días por las calles?), la “inevitable” reforma laboral “progresista” con las que el gobierno nos va a premiar (si ahora hay que quedarse hasta las 20:00 gratis porque el jefe lo dice me temo que a partir de ahora el horario y los “esfuercitos” tendrán que ampliarse proporcionalmente), los casos de corrupción (tres de cada dos altos cargos están tocados) y demás minucias para centrarse en lo verdaderamente importante hoy por hoy que no es otra cosa que el mundial de fútbol de Suráfrica.

Nada más lejos de mi intención que perturbar el tiempo y la voluntad del atribulado lector con arengas que obliguen al cerebro a pensar en otras desgracias. Para nada. Estás letras vienen modestamente a cuento porque me apetecía ampliar el espectro del imaginario mundialista con otras interesantes propuestas y es que, sarcasmos aparte, una cosa es el fútbol y otra cosa es ese engrudo chabacano y casposo diseñado para tipos con grandes déficit de capacidad cerebral que venden AS, MARCA y prácticamente el 100% de los medios de comunicación patrios (desconozco si la enfermedad es extrapolable a otros lares). Todo esto, por cierto, se lo dice un aficionado al fútbol que no tiene ningún problema de decirlo y salir del armario. Eso si, soy aficionado al fútbol pero no ha ese lamentable sucedáneo que tenemos que tragar por narices y a todas horas como si nuestro hígado estuviese dedicado a convertirse en paté.

Si a estas alturas usted no conoce la obra escrita de Enric González debería hacérselo mirar e inmediatamente después debería solucionar tamaña desgracia. Los libros de viajes del corresponsal de EL PAÍS, Historias de Londres, Historias de Nueva York y la recién nacida Historias de Roma, son como gotas de oro líquido en un mar de barro. Son de los pocos libros que me he leído más de una vez y también de esos que sólo el cansancio te impide acabar de una tacada (aunque desgraciadamente sean bastante cortos todos ellos y es fácil hacerlo). La originalidad, la agudeza y la emotividad con las que logra envolver cosas sobre las que el resto de la humanidad pasamos sin darnos cuenta es tan genial que duele. Tan sencilla que parece imposible. Pues bien, extiendan todo eso al aparentemente simple y tosco mundo del fútbol y se toparan con esa maravilla de las letras relacionadas con el deporte rey que es Historias del Calcio. En esa deliciosa y elegante delicatesen se agrupan las crónicas que el periodista mandaba desde Roma sobre la liga italiana cuando estuvo destinado allí de corresponsal. Olvídense de encontrarse con los tópicos del fútbol (eso del somos once contra once, la zona medular, hay que seguir luchando, fútbol es fútbol, el achique de espacios, abrir a la banda,…) y prepárense para degustar pequeñas y sentidas historias sobre los pilares que hasta hace poco se sustentaba este monstruo de masas: pasión y romántica locura.

Enric González se encuentra actualmente destinado en Israel como corresponsal de El País en uno de los lugares más conflictivos pero también más interesantes del planeta desde el punto de vista sociológico y cultural. Espero que continúe la tradición de escribir un libro sobre la ciudad en la que vive. Desde allí escribe periódicamente en la actualidad un interesantísimo blog que va a estar interrumpido durante el mes que dure el mundial de fútbol. La razón es que el periodista acaba de poner en funcionamiento “Dibuje, maestro” un nuevo blog de fútbol al que prometo engancharme con avidez y disciplina. Simplemente leer el post introductorio me ha hecho recordar la razón por la que una vez me hiciese aficionado a este controvertido deporte en el que ahora me siento en minoría como aficionado.

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