Tardes de domingo

28 de noviembre de 2008

El domingo pasado hacía un día espectacular en Madrid. Era finales de noviembre pero el sol estaba en todo lo alto y la gente aprovechaba los últimos retazos de ese bendito tiempo que tanto se envidia en otras latitudes, poco antes de dejar sitio en las calles para la inminente ola de frío que venía a toda velocidad desde el corazón de Europa. Este que escribe acababa de disfrutar de una copiosa comida en un cálido restaurante rodeado de gente querida con lo que no sólo estaba al alcance la posibilidad de disfrutar de una magnífica tarde de domingo en la calle sino que la tertulia que se ofrecía con la gente que me acompañaba en la mesa se antojaba incluso más apetecible. No ocurrió ni una cosa ni la otra. Me despedí apresuradamente del resto de comensales para subirme deprisa y corriendo en mi destartalado coche y así marcharme por entre las soleadas calles madrileñas a casa de un amigo en la otra punta de la ciudad en la que poder ver el fastuoso Numancia – At. Madrid.

Mientras el “glorioso” volvía a hacer el ridículo en las frías tierras sorianas el equipo nacional de tenis hacía historia en la soleada ciudad de Mar del Plata de la república argentina. El importante punto ganado el día anterior in-extremis hacía que las posibilidades de triunfo español fueran altas y el resultado en el descanso del partido del atleti, momento en el que cambiamos de canal, no era precisamente descorazonador. Las caras de los tenistas mostraban pasión y entrega, caras que contrastaban por cierto con las que nos llegaban desde Soria, y además el partido de tenis parecía divertido. Me encanta el tenis y de hecho estuve viendo in-situ las semifinales frente a EEUU en Las Ventas pero puedo prometer y prometo que no cambiamos de canal una sola vez en toda la segunda parte para ver como marchaba la copa Davis. Cualquiera de ustedes que tuviese la desgracia de presenciar semejante bodrio, el partido de Numancia me refiero, coincidirá conmigo en que especialmente la segunda parte fue soporífera, escasa de interés, un atentado contra el buen gusto y un obús en la línea de flotación respecto a las ganas de seguir siendo colchonero pero ahí estuvimos. Nos lo tragamos enterito. Protestamos, claro. Nos enfadamos mucho, se nos quitaron las ganas de cenar, nos sentimos gilipollas por estar allí, gritamos contra Aguirre, contra el árbitro y hasta contra el capitalismo… pero no cambiamos de canal.

¿Por qué hacemos estas cosas?

Gracias a Dios tengo miles de aficiones en esta vida pero no hay nada como la afición al “puñetero atleti”. Nada. No soy capaz de pensar en nada que me haga pasar una tarde horrible de domingo a sabiendas de que va a ser horrible. No soy capaz de pensar en nada que haga que cada vez que viajo o me invitan a cualquier evento lo primero que haga sea pensar si me coincide con un partido en el Calderón o en caso contrario si seré capaz de ver a mi equipo donde quiera que yo esté. Durante mucho tiempo esta excentricidad me hacía gracia y no me planteaba que pudiese ser de otra forma. La gente no me entendía pero yo tampoco pedía que me entendiesen porque era mi vida y aun en el infortunio o la desgracia de mi equipo era una vida que me hacía feliz. Si, si, feliz. Sé que es difícil de explicar pero me hacía feliz. Últimamente sin embargo me ocurre algo que nunca había experimentado y es que por primera vez se pasea con cierta frecuencia la misma pregunta por mi cabeza ¿de verdad esta enfermiza afición me hace feliz?

Para mí el atlético de Madrid era el sostén para una forma de ver la vida y una actitud con la que abordar la realidad. No lo digo como eslogan de campaña de publicidad sino con certeza y como algo real. Es algo que me une a mi familia y amigos y como me gusta ser peleón o pensar que quizás lo que me cuentan no es verdad, era además el vehículo perfecto y me identificaba con el espíritu de la institución. Me gusta el respeto a la tradición, me gusta la gente que se mueve por orgullo sano, me gusta respetar mi propio código de valores por razones de honor, me gusta estar al margen de lo fácil y lo obvio, me gusta llevar la contraria y me gusta celebrar las cosas que se consiguen con dificultad pero que se consiguen de verdad. Eso era el atleti, mi atleti, pero no estoy seguro de que lo siga siendo. Cada vez encuentro menos gente con la que compartir está idea del equipo, el club parece ser uña y carne con todo el mundo oficial (prensa, rivales, instituciones,…) a excepción exclusivamente de una ínfima parte de su propia afición en la paradójicamente me incluyo. No veo ningún respeto por la tradición y nunca se desmiente nada de lo que se dice malo de mi equipo sino que más bien al contrario se refuerza todas las suposiciones negativas. Ya no se mueve por orgullo y honor sino por los fríos parámetros por los que se mueve la Telefónica o la bolsa de Tokyo y así ahora tenemos “objetivos que cumplir”, “torneos amortizados”, “jugadores franquicia” o cosas así. El código de valores es el mismo código de valores que el de un equipo recién creado como si no existiese la historia o todo empezase cada verano. El nuevo atleti no lleva la contraria a nadie o más bien al contrario es comparsa de casi todo, no está al margen de nada (salvo de los títulos) y no celebra las cosas que se consiguen de verdad porque básicamente no consigue nunca nada, aunque eso no sea ningún problema para celebrar bajo pretextos peregrinos otro tipo de cosas que nunca se habían celebrado.

Resulta entonces que mi atleti ya no parece estar por ningún lado y que no recibo nada de lo que busco pero sin embargo sigo haciendo lo mismo que hacía antes. Algo falla en la ecuación. ¿En qué momento ha ocurrido el cambio y yo no me he enterado? ¿Tendrán razón mis amigos que antes me acompañaban al Calderón y ahora se divierten los domingos por la tarde haciendo otras cosas? Sé que el domingo me quitaré horas del sueño que luego echaré de menos el lunes pero iré al Calderón a las 21:00, pasaré un frío terrible y lo más probable es que me aburra y/o me enfade. Aun así se que iré pero no puedo decir con certeza hasta cuándo durará esta fantasía. Mi fantasía. No lo sé pero siento que algo me está pasando. Jamás pensé que algún día no me levantaría del asiento cuando el atleti marcara un gol y llevo ya unos cuantos partidos en los que me ocurre. Jamás pensé que como colchonero me sentiría incomprendido entre la parroquia colchonera y últimamente me siento incomprendido.

Evidentemente por quien más siento esta situación es por mí, porque no creo que vuelva a encontrar nada que me haga sentir lo mismo. Mejor o peor puede, pero lo mismo no lo creo. Ahora bien, también lo siento por los que nunca podrán llegar a conocer lo que yo he conocido.


(Artículo públicado en Pobreatleti.com el 27/11/2008 con el pseudónimo de Ennio Sotanaz)
Foto obtenida en:link

1 comentarios:

Jose Luis POP dijo...

Yo también lo he conocido y me temo que definitivamente lo he perdido...
Además empiezo a sentir bastante repugnancia por lo que antes me apasionaba.
Creo que empiezo a entender ciertos comportamientos de los ex-fumadores...

Besos.