En cualquier lugar donde vendan libros (y cuando digo cualquier lugar me refiero a cualquier lugar) ustedes pueden encontrar un controvertido ensayo titulado “Duérmete niño”. Si el lector no es un sufrido padre o no aparece cercano al universo de la maternidad moderna (y digo maternidad y no paternidad por algo) probablemente no hayan reparado en dicho libelo pero si no es el caso sabrán que se trata de una obra que despierta tanta admiración como repulsa. La leyenda popular asume que en su interior lo que uno encuentra es un método severo, pseudonazi (han dicho algunos), inhumano (han dicho otros), pero también infalible (según otros muchos) para conseguir que la preciosa criatura de uno se dedique a dormir por la noche de una puñetera vez pero lo que mucha gente no sabe es que ese método radical es el último capítulo del libro. Todo lo anterior es un ensayo (acertado o no, que no entro) sobre como funciona el complicado sueño del bebe. Durante capítulos y capítulos te cuentan a través de todo lo que no hay que hacer y como no hay que educar a los bebes para no tener que llegar al punto en el que se conviertan en una pesadilla y aseguran que si se tiene todo eso en la cabeza el método nazi no es necesario. Es decir, sólo en casos de mala educación asentada y aprehendida, cuando todo está enquistado de forma perenne hay que utilizar métodos radicales.
El tema de los controladores aéreos que ha puesto patas arriba este país yo lo interpreto de la misma manera. No consiguen darme pena todas las declaraciones ni blogs de controladores que he escuchado y leído (y prometo que son unos cuantos) porque se fundamentan en una parte concreta de la historia. En concreto usan la parte de la historia que les interesa. Si a mi me dicen sin más que a un colectivo de trabajadores les inhabilitan un convenio colectivo firmado por las dos partes, que les cambian de un día para otro el número de horas laborales anuales o que las horas de baja médica no se computan como horas laborales pues uno, que es trabajador y sensible a los derechos laborales, sentiría empatía por el colectivo afectado. El problema es que la fotografía hay que ampliarla para entenderla.
El problema de los controladores en España es como el del oro o el petróleo o los cuadros de Miguel Angel. Que hay pocos. Si en el mundo hubiese tanto oro como cemento el oro no valdría nada o más concretamente valdría lo mismo que el cemento. Si todo el mundo tuviese un Miguel Angel colgado en la pared de su casa costarían lo mismo que una lámina comprada en el IKEA y si hubiese tantos controladores como la demanda pide entonces serían simplemente otro colectiva más, ni mejores ni peores, como los médicos, los ingenieros, los abogados, los policías o los reponedores del Pryca. Ese es le quid de la cuestión, que a base de chantajes a la administración (de uno y otro color), a base de amenazas de montar la que montaron, el colectivo de controladores ha ido forjando durante décadas una leyenda que no era tal. Un representante de tan prestigioso grupo decía el otro día con desprecio que ellos no eran “reponedores del Pryca” y yo, que no soy reponedor, me sentí ofendido. Me sentí ofendido porque siempre he detestado la mirada xenófoba del que se cree intelectualmente superior. Especialmente cuando no es el caso. ¿Quien es usted, señor controlador? ¿Acaso ha estudiado más años que yo? ¿Tiene un coeficiente de inteligencia más alto? ¿Tiene algún tipo de cualidad que yo no tenga? Lo dudo. ¿Es la profesión de controlador más importante que la de médico? ¿Por qué entonces los segundos cobran miserias después de estudiar seis años (mínimo), más el MIR, más las prácticas y además tienen que hacer guardias de 24h seguidas mientras los primeros pueden tener su puesto de trabajo en algún aeropuerto canario y perfectamente vivir en Madrid (porque mejor no hablar de dinero)? Es sencillo. Mientras que médicos, a pesar de la dificultad y dureza de la carrera, hay a patadas los controladores, que necesitan un curso de poco más de un año no hay apenas. ¿Por qué no hay? Es evidente. Si los médicos pudiesen controlar en número de médicos que obtienen el título, las horas que tienen que trabajar y el sueldo que tienen que cobrar serían también los reyes del Mambo. Hasta los reponedores serían los reyes del Mambo con esas herramientas.
Por eso no me vale tampoco juzgar ahora los métodos empleados por el estado como si los hubiesen empleado con el colectivo de auxiliares de clínica. Si de repente al estado le da por suspender convenios no a colectivos que están exageradamente fuera del mercado (y que además viven del estado) sino a cualquiera, si el gobierno decidiera militarizar las clínicas dentales, o los pasillos del Carrefour, o las agencias de viajes o las oficinas de ingeniería pues estaríamos hablando de otra cosa y puede que tuviese sentido rememorar las épocas de milicos y del “ordeno y mando” pero que quieren que les diga. Me parece muy de cogérsela con papel de fumar el juzgar las excepciones como norma general. Si llevamos 20 años maleducando al niño lo mismo no funciona eso de ponerse ahora a razonar...
0 comentarios:
Publicar un comentario