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Túnicas de hipocresía

22 de marzo de 2011

Costa de Marfil: guerra civil tras elecciones fraudulentas y masacres indiscriminadas (tirano que no se sabe si es tirano, rebeldes que no se saben sin son rebeldes,..¿les suena?). Zimbabue: guerra civil con elecciones que no llegan y masacres indiscriminadas (tirano que no se sabe si es tirano, rebeldes que no se saben sin son rebeldes,..¿les suena?). Sudán: más de 20 años de guerra con, como no, masacres indiscriminadas por doquier. Conflicto territorial entre norte y sur con un, ¡qué casualidad!, yacimiento petrolífero de por medio. Somalia, Paquistán, Nigeria (insurgencias, manipulaciones de voto, corrupción, revueltas, masacres,..), Guinea (más de lo mismo), República Democrática del Congo (bla, bla,), Ruanda, Chad,….

En contra de lo que pudiera parecer abriendo hoy mismo cualquier periódico occidental el planeta tierra está plagado con decenas de beligerantes, injustos, dramáticos y aberrantes conflictos bélicos que no parecen tener un final cercano. Algunos llevan estancados durante décadas y en su jugo se amplía hasta límites desconocidos los conceptos de maldad y genocidio. ¿En cuántos de esos conflictos la “comunidad internacional” o alguna poderosa potencia en solitario se han puesto (o se está poniendo) de acuerdo para bombardear al “malo” por razones “humanitarias”, para proteger a la población civil, para liberar al pueblo legítimo o para acabar con la “tiranía”? La respuesta es fácil: en ninguno. ¿Por qué si ocurrió en Kuwait, Irak y ahora Libia?

La respuesta es sencilla pero requiere quitarse el abrigo de la hipocresía. Las guerras NUNCA son por razones humanitarias. Las guerras son SIEMPRE por intereses particulares. Cuando Hussein invadió Kuwait le importaba muy poco la humanidad y la historia de Irak. Lo que quería era el control de los campos petrolíferos kuwaitíes, esos que estaban sobre explotando sus americanizados vecinos, entrando en supuestos yacimientos iraquíes y sobre todo haciendo bajar el petróleo que el “bueno” de Sadam necesitaba alto para poder pagar la brutal deuda que había contraído en sus (alentados por los americanos también) escarceos contra los “hermanos” iraníes.

Cuando los Estados Unidos entraron por dos veces en Irak hasta terminar con el sistema de gobierno imperante les importaba una mierda el pueblo iraquí, las minorías kurda y chiita que estaban siendo masacradas por los sunitas de Sadam o las inexistentes armas de destrucción masiva. Lo que necesitaban era que los pozos de petróleo de zona empezaran de nuevo a funcionar y que lo hicieran como ellos querían. Por eso a los dos días de la invasión los pozos estaban funcionando controlados por ellos (y así siguen) y la zona limítrofe estaba igualmente controlada pero sin embargo la guerra en el resto del país duró varios años más.

Libia (país que hoy no lo parece pero ayer tenía la esperanza más alta de vida del continente y occidente decía tener el mayor índice humano de desarrollo de toda África) está hoy gobernado por un iluminado déspota que se alzó con el poder derrocando el tirano que había puesto el anterior dueño de la colonia (ingleses los últimos de ellos pero por allí han pasado franceses, alemanes y sobre todo italianos). La misma historia por cierto que se repite en los países más “malos” de la zona. El tal Gadafi además de ser un dictador sin escrúpulos que no tiene problema en regir los designios de su país con métodos mafiosos, mano firme y de bombardear al que se le revela (especialmente si pertenecen a la parte cirenaica que no es la suya), es además el tipo del mundo musulmán que primero impuso a las empresas occidentales operando en Libia la tasa que debían pagar al país por explotar sus yacimientos (y no al contrario como ocurría antes, lo que descubrió al mundo árabe un filón para controlar el marcado que dirige el mundo), el que financió revueltas similares en países limítrofes, el que sembró la idea del estado panárabe o el que inició un acuerdo con Irán para desarrollar la bomba atómica en terreno propio. Toda un pesadilla para occidente que consiguió cabrear a todos: Alemanes (atentado terrorista en “La Belle”, Berlín), Estados Unidos (numerosas afrentas a Reagan que declaró el bloqueo económico de Libia y la inclusión en la lista de países terroristas y posterior eje del mal de Bush), Reino Unido (15 años de ruptura de relaciones tras un misterioso asesinato de una policía británica en la embajada libia), Francia (interviniendo en el Chad, país controlado por los franceses y un atentado en un avión de UTA en 1989), etc. Una joya que durante mucho tiempo era el “as de la baraja”. El enemigo número uno que ya recibió en su día algún bombardeo por parte norteamericana.

Pero como el mundo se rige por razones “humanitarias” las potencias occidentales debieron enternecerse de los andróginos ropajes del estadista libio y sin importar ya como gobernaba aquel tipo a su pueblo, con el nuevo siglo llego el amor al norte de África volviendo los sinceros lazos de amistad con Alemania (por primera vez un Canciller alemán visita el país y de paso se conseguía un contrato por el que los germanos importan hoy el 10% de su crudo desde Libia), EEUU (gracias a los contratos energéticos y a dejar que los inspectores internacionales veraneen en las tierras de Gadafi Libia salía del eje del mal y pasaba a ser amigo de occidente), Reino Unido (entrañable visita de Blair que casualmente coincidía con un suculento contrato para Shell), Francia (no del todo pero al menos iniciaron la reconciliación con firmando un contrato para resarcir a las víctimas del atentado) y hasta el bueno de Aznar (y el rey y Zapatero) se abrazaban con el noble dirigente mientras Repsol desplegaba sus alas en el norte de continente negro.

Ahora surge una nueva inestabilidad aunque no sé sabe muy bien de dónde ni por qué y las potencias occidentales toman posiciones sin tener muy claro quién es el “bueno” y quién es el “malo”. ¿Razones humanitarias? El día que aceptemos la realidad como es, libre de hipocresías, todo cobrara sentido y nos ahorraremos mucho derroche de imaginación y mucho debate estéril. Entenderemos entonces el sentido lamentable y bochornoso que rige nuestros destinos pero el sentido que al fin y al cabo nosotros mismos hemos creado. Cargaremos entonces con nuestra responsabilidad en lugar de cerrar los ojos.

Honor, orgullo y dignidad

2 de febrero de 2011

Desde la atalaya elitista y racista que compone esta especie de urbanización privada que de forma petulante denominamos “civilización occidental”, esa que ha llegado a desarrollar esta especie de hiperdemocracia televisada donde el Gran Hermano es un ente amorfo y oscuro llamado “mercados” y donde el desarrollo intelectual ha ido evolucionando de forma oblicua hasta alcanzar su máximo grado de desarrollo en cosas como, por ejemplo, la parrilla diaria de Telecinco, asistimos de forma anonadada e incomprensible a la revuelta de esos señores sucios y pintorescos que nos venden cosas en nuestros bonitos viajes organizados por el Nilo (¡qué civilización más interesante la de los Egipcios, Mari!).

Desde la comodidad de nuestro sillón de tres cuerpos y disimulando el engorro que supone los reflejos en la pantalla del ipad analizamos con la capacidad que nuestra occidentalidad nos otorga la revuelta de un pueblo del que hasta hace una semana no teníamos ni idea de que existía, al estar incluido en la genérica categoría de “moros”. Hace un mes Egipto era ese sitio dónde estaban las pirámides (y poco más) pero hoy todos conocemos a Mubarak. Es lo que tiene la inmediatez de la noticia. Es lo que tiene la rabiosa actualidad.

Hace un mes nadie se rasgaba las vestiduras (mucho menos nuestros occidentales políticos) por el “régimen político” que existía en Egipto (o el Tunez o en Libia o en Marruecos o en Yemen o en Arabia Saudita o en Bahrain o en los Emiratos Árabes o en…) ni a nadie le parecía raro que esos señores bien bronceados que de vez en cuando venían por aquí (o por la casa blanca) a pegarse abrazos y apretones de manos con nuestros propios y bronceados “jefes de Estado” llevasen en ese puesto tanto tiempo (o más) que nuestro querido y democrático Rey. Ahora el mundo descubre atónito que todos esos regímenes, alimentados y pulidos por la todopoderosa sociedad occidental, tienen más que ver con lo que se viene conociendo como dictadura que con otra cosa. Países ricos en recursos (algunos de ellos muy ricos), geográficamente estratégicos (algunos muy estratégicos) y con una historia compleja y complicada (algunos de ellos muy compleja y muy complicada) aparecían ante los ojos del mundo como naciones iguales, “estables”, obedientes y “amigas”. Curioso. ¿Quién podía reparar en la dramática falta de libertad, el obsceno abuso de poder y el lamentable reparto de la riqueza que se estaba produciendo (y se produce en esos mismos sitios)? Total, si no daban problemas es que todo iba bien.

Pues resulta que no. Resulta que un millón de personas están ya hasta las pelotas y han salido a la calle para decirlo. Nosotros podemos salir a la calle a gritar contra Zapatero o Rajoy o Miguel Angel Gil sin miedo de que un tanque te vuele la cabeza pero allí no parecía estar tan claro. Sin embargo ahí están ellos, jugándose la vida y aquí estamos nosotros, en casa viendo “El Barco”. Aquí lógicamente no lo entendemos y buscamos explicaciones “lógicas” para ojos occidentales. ¿Quién está detrás? ¿Alguien tiene que pagar todo esto? ¿Tiene que existir un cabecilla con dinero y televisiones detrás? Pues parece que no es así.

Desde este cementerio acolchado que nos hemos construido es inconcebible que nadie proteste por nada (a no ser que le digan que lo tiene que hacer). Aquí no se protesta, hombre. Nuestra desarrollada civilización ha completado un sistema en el que todo se delega. Desde el ocio a la ideología. Desde el placer a la administración. Desde la inteligencia a la voz. Todo se delega. Si no sale por la tele es que no interesa. Si no suena en los cuarenta principales es que es una mierda. Si me joden en el trabajo que protesten los sindicatos (que por cierto son unos vagos y maleantes). Si el niño ha suspendido siete de siete la culpa es del gobierno, como dice intereconomía, y ni mucho menos me planteo que mi niño es un vago o que yo paso de él como de la mierda. Aquí se huye de eso tan cansado que se llama pensar y se asume que son otros los que lo hacen (o mejor dicho, los que lo tienen que hacer). Vemos lo que nos dicen que hay que ver, leemos lo que nos dicen que hay que leer y escuchamos lo que nos dicen que hay que escuchar. Protestamos sólo cuando nos dicen que protestemos. La preocupación fundamental es la fecha en la que pueda conseguir ese Audi que me permita mostrarme en público como un tipo con estatus. La culpa es siempre de otros y son otros siempre los que tienen que hacer las cosas. Bastantes problemas tengo yo como para “perder tiempo” en protestar.

Pero claro, en Egipto está varias décadas por “detrás”. En ese lugar que los engreídos afirman “no estar preparado para la democracia” conducir un Audi es una cuestión de ciencia ficción para todos menos para los amigos de occidente. Una solemne gilipollez cuando tengo que trabajar 24h al día sin seguro y sin papeles para poder alimentar al mi familia. Cuando mi casa prefabricada e ilegal que he construido con mis propias y encallecidas manos está a menos de 100m de uno de los hoteles más lujosos del hemisferio norte del que entran y salen los “amigos” del gobierno corrupto, ese que me mete en la cárcel si escribo un blog de política. Es difícil entenderlo con la calefacción permanentemente a 24ºC pero con frío y hambre la dignidad y el orgullo, eso que a los occidentales no nos ha costado absolutamente nada regalar, se agudizan y hasta los cobardes se vuelven valientes.

Salvando las distancias y poniendo cada cosa en su justa medida me temo que a este lado del estrecho se producen tantas injusticias y corruptelas como allí pero me temo que nuestras mentes calentitas están ya demasiado bien tamizadas y aleccionadas en la cultura de “tú en tu casa” como para planteárselo. Los egipcios no creo que sean mejores que nosotros (ni que nadie) pero cuando no tienes nada que perder o lo que tienes que ganar entiendes que es bastante más importante que lo que pierdes se agudiza el ingenio, disminuye la capacidad de aguante y aumentan las ganas de cambiar las cosas. Entonces se hacen cosas por honor, orgullo y dignidad. Especialmente si llevas décadas soportando un régimen dictatorial represivo y sangriento que te anula como individuo.

Nosotros los españoles deberíamos saberlo bien. Mejor que nadie.

Pero que pronto se olvidan las cosas si puedes ponerte a los mandos de un Audi o un monovolumen de diseño, twitear gilipolleces en el iphone 4 y pasar la tarde del sábado en el centro comercial. ¿Quien se plantea nada en esas circunstancias?

Mezclar todo para no ver nada

13 de enero de 2009

Realmente no sé la razón (aunque la imagino) pero los medios de comunicación y más concretamente el periodismo se ha transformado en algo que tiene poco que ver con su definición. Prácticamente todos los medios se olvidan de su principal función (informar) preocupados como están de mantenerse firmes y fieles con en el lado de la frontera en el que han elegido estar. La profesión se ha desnaturalizado de tal manera que hasta un tema periodísticamente complicado e interesante como el problema de Palestina/Israel se trata de forma poco seria, mezclando temas, condenando sin pruebas, perdonando sin pruebas y en ocasiones hasta con un punto de frivolidad.

Sinceramente creo que una cosa es el problema histórico de la antigua provincia romana de Palestina, de los judíos que viven allí desde siglos o de los que llegaron por razones religiosas o de hostilidad por parte de los beligerantes europeos y otra cosa bien distinta es la atrocidad que está cometiendo el estado de Israel durante estos días (y últimos años) contra una población árabe recluida entre fronteras artificiales creadas por el hombre blanco. Una cosa es el derecho del pueblo Judío a mantener un estado independiente en ese terreno y otra cosa es el abuso de poder que lleva años ejecutando sobre una población encerrada entre su historia, sus vecinos, su religión sus supuestos defensores y el “mundo libre”. Una cosa es la necesidad de crear un estado de población árabe independiente de Siria, Libano, Irak, Jordania o Egipto (que por cierto nunca antes ha existido) y otra la mafia terrorista que se ha apoderado de esas pobres gentes.

El problema histórico, político, civil o como le quieran llamar es lo suficientemente complicado como para frivolizar separando entre buenos y malos. Tan buenos son los ciudadanos de Gaza que están siendo brutalmente masacrados como los judíos expulsados de Jerusalen Este por la antigua Transjordania, lugar donde llevaban viviendo siglos. Tan torpes fueron los británicos gestionando la zona como los otomanos y árabes que por afán de lucro vendían terrenos en la zona a los judíos de ultramar. Dogmatizar en este tema es también muy frívolo y no lo haré pero personalmente creo que la solución pasa por algo parecido a lo que intentó la ONU en 1947 con el reparto de la zona en dos estados independientes y de aproximadamente la misma dimensión que ahora parece una quimera. Una opción que mejoraría de forma considerable al paupérrima situación actual de los así llamados palestinos árabes, una opción que en su momento aceptó Israel pero que entonces rechazaron todos los países árabes limítrofes (los ahora llamados palestinos no existían como nación ni como entidad) recurriendo irónicamente a las armas.

Pero otra cosa es el brutal, sanguinario y reprobable abuso de poder que está ejecutando, desde hace tiempo, el llamado estado de Israel amparado sin tapujos ni vergüenza por ese autoerigido “líder del mundo libre” que vela por la democracia mundial. Es humillante y vejatorio el lamentable trato que realizan contra la población, amparados con un cinismo insultante en una aparentemente defensa legítima contra el terrorismo islámico. Los datos son tan fríos como clarificadores: 23 Israelíes en 10 años por 600 palestinos en 10 días. Sólo en estas dos semanas se habla de 13 Israelíes muertos (9 soldados y la mitad fallecidos por lo propia acción “selectiva” del estado de Israel) por 800 palestinos fallecidos, el 75% civiles y con un número de niños entre las victimas obscenamente grotesco. Alguien debería además plantearse que opciones puede tener un ciudadano de la franja de Gaza en esta vida para vivir con dignidad y lo difícil que deber resultar en esas condiciones abstraerse de los cantos de sirena de cualquiera de las organizaciones terroristas que pululan por la frontera, amparadas, alimentadas y protegidas por los millonarios ideólogos de alrededor. Qué fácil es hablar desde la distancia. Qué fácil es reducirlo todo al absurdo.

Por culminar con algo también lamentable es insultante que todavía la prensa hable con seriedad y con “rigor periodístico” de Naciones Unidas cuando ha quedado demostrado por activa y por pasiva, una y otra vez, que tal concepto no existe. Digámoslo claro de una vez, la comunidad internacional no es generosa ni solidaria y se mueve exclusivamente por intereses que nada tienen que ver con la democracia o la paz. De hecho hoy por hoy permanece impasible ante el horror “ajeno”, discutiendo simplemente los términos en los que se tiene que hablar entre embajadores. Lamentable. El mundo se desangra y nosotros seguimos discutiendo en un restaurante de cinco tenedores sobre la definición de genocidio.