Costa de Marfil: guerra civil tras elecciones fraudulentas y masacres indiscriminadas (tirano que no se sabe si es tirano, rebeldes que no se saben sin son rebeldes,..¿les suena?). Zimbabue: guerra civil con elecciones que no llegan y masacres indiscriminadas (tirano que no se sabe si es tirano, rebeldes que no se saben sin son rebeldes,..¿les suena?). Sudán: más de 20 años de guerra con, como no, masacres indiscriminadas por doquier. Conflicto territorial entre norte y sur con un, ¡qué casualidad!, yacimiento petrolífero de por medio. Somalia, Paquistán, Nigeria (insurgencias, manipulaciones de voto, corrupción, revueltas, masacres,..), Guinea (más de lo mismo), República Democrática del Congo (bla, bla,), Ruanda, Chad,….
En contra de lo que pudiera parecer abriendo hoy mismo cualquier periódico occidental el planeta tierra está plagado con decenas de beligerantes, injustos, dramáticos y aberrantes conflictos bélicos que no parecen tener un final cercano. Algunos llevan estancados durante décadas y en su jugo se amplía hasta límites desconocidos los conceptos de maldad y genocidio. ¿En cuántos de esos conflictos la “comunidad internacional” o alguna poderosa potencia en solitario se han puesto (o se está poniendo) de acuerdo para bombardear al “malo” por razones “humanitarias”, para proteger a la población civil, para liberar al pueblo legítimo o para acabar con la “tiranía”? La respuesta es fácil: en ninguno. ¿Por qué si ocurrió en Kuwait, Irak y ahora Libia?
La respuesta es sencilla pero requiere quitarse el abrigo de la hipocresía. Las guerras NUNCA son por razones humanitarias. Las guerras son SIEMPRE por intereses particulares. Cuando Hussein invadió Kuwait le importaba muy poco la humanidad y la historia de Irak. Lo que quería era el control de los campos petrolíferos kuwaitíes, esos que estaban sobre explotando sus americanizados vecinos, entrando en supuestos yacimientos iraquíes y sobre todo haciendo bajar el petróleo que el “bueno” de Sadam necesitaba alto para poder pagar la brutal deuda que había contraído en sus (alentados por los americanos también) escarceos contra los “hermanos” iraníes.
Cuando los Estados Unidos entraron por dos veces en Irak hasta terminar con el sistema de gobierno imperante les importaba una mierda el pueblo iraquí, las minorías kurda y chiita que estaban siendo masacradas por los sunitas de Sadam o las inexistentes armas de destrucción masiva. Lo que necesitaban era que los pozos de petróleo de zona empezaran de nuevo a funcionar y que lo hicieran como ellos querían. Por eso a los dos días de la invasión los pozos estaban funcionando controlados por ellos (y así siguen) y la zona limítrofe estaba igualmente controlada pero sin embargo la guerra en el resto del país duró varios años más.
Libia (país que hoy no lo parece pero ayer tenía la esperanza más alta de vida del continente y occidente decía tener el mayor índice humano de desarrollo de toda África) está hoy gobernado por un iluminado déspota que se alzó con el poder derrocando el tirano que había puesto el anterior dueño de la colonia (ingleses los últimos de ellos pero por allí han pasado franceses, alemanes y sobre todo italianos). La misma historia por cierto que se repite en los países más “malos” de la zona. El tal Gadafi además de ser un dictador sin escrúpulos que no tiene problema en regir los designios de su país con métodos mafiosos, mano firme y de bombardear al que se le revela (especialmente si pertenecen a la parte cirenaica que no es la suya), es además el tipo del mundo musulmán que primero impuso a las empresas occidentales operando en Libia la tasa que debían pagar al país por explotar sus yacimientos (y no al contrario como ocurría antes, lo que descubrió al mundo árabe un filón para controlar el marcado que dirige el mundo), el que financió revueltas similares en países limítrofes, el que sembró la idea del estado panárabe o el que inició un acuerdo con Irán para desarrollar la bomba atómica en terreno propio. Toda un pesadilla para occidente que consiguió cabrear a todos: Alemanes (atentado terrorista en “La Belle”, Berlín), Estados Unidos (numerosas afrentas a Reagan que declaró el bloqueo económico de Libia y la inclusión en la lista de países terroristas y posterior eje del mal de Bush), Reino Unido (15 años de ruptura de relaciones tras un misterioso asesinato de una policía británica en la embajada libia), Francia (interviniendo en el Chad, país controlado por los franceses y un atentado en un avión de UTA en 1989), etc. Una joya que durante mucho tiempo era el “as de la baraja”. El enemigo número uno que ya recibió en su día algún bombardeo por parte norteamericana.
Pero como el mundo se rige por razones “humanitarias” las potencias occidentales debieron enternecerse de los andróginos ropajes del estadista libio y sin importar ya como gobernaba aquel tipo a su pueblo, con el nuevo siglo llego el amor al norte de África volviendo los sinceros lazos de amistad con Alemania (por primera vez un Canciller alemán visita el país y de paso se conseguía un contrato por el que los germanos importan hoy el 10% de su crudo desde Libia), EEUU (gracias a los contratos energéticos y a dejar que los inspectores internacionales veraneen en las tierras de Gadafi Libia salía del eje del mal y pasaba a ser amigo de occidente), Reino Unido (entrañable visita de Blair que casualmente coincidía con un suculento contrato para Shell), Francia (no del todo pero al menos iniciaron la reconciliación con firmando un contrato para resarcir a las víctimas del atentado) y hasta el bueno de Aznar (y el rey y Zapatero) se abrazaban con el noble dirigente mientras Repsol desplegaba sus alas en el norte de continente negro.
Ahora surge una nueva inestabilidad aunque no sé sabe muy bien de dónde ni por qué y las potencias occidentales toman posiciones sin tener muy claro quién es el “bueno” y quién es el “malo”. ¿Razones humanitarias? El día que aceptemos la realidad como es, libre de hipocresías, todo cobrara sentido y nos ahorraremos mucho derroche de imaginación y mucho debate estéril. Entenderemos entonces el sentido lamentable y bochornoso que rige nuestros destinos pero el sentido que al fin y al cabo nosotros mismos hemos creado. Cargaremos entonces con nuestra responsabilidad en lugar de cerrar los ojos.