Uno se levanta por la mañana escuchando y leyendo los análisis del “cataclismo” Obama y se le revuelven las tripas. Y mira que a estas alturas ya tengo callo para soportar el hedor que desprenden los medios de comunicación profesionales pero es que ni por esas. Ya no es sólo que cada una arrime el ascua a su sardina, que es lo “normal”, es que encima ni se preocupan de que tenga un mínimo de rigor y verosimilitud. Una noticia ocurrida al otro lado del Atlántico, como es el caso, se puede narrar periodísticamente de dos formas: o describir la noticia tal y como fue con rigor periodístico y sin emoción o analizar el contexto en el que surge y trazar de entender las causas y las consecuencias. Pues no, aquí que somos más chulos que nadie lo que se hace es ponerle emoción como si fuese nuestro y analizar la noticia no en su contexto sino con nuestro particular y especial escenario. Con dos cojones. Algo así como analizar la final de las series mundiales de Beisbol entre los Cubs y los Red Soxs (¡ojalá¡) con las reglas del fútbol europeo, la sociología de un Sevilla-Betis y la influencia del sentimiento nacionalistas de un Madrid-Barça. En tres palabras: una solemne gilipollez.
Una de las cosas que más me repugna es destacar algo que con “nuestros políticos” no se da aquí como es el hecho de que Obama tenga que llegar a acuerdo con la oposición. Bien sea vendido como ejemplar “talante” del político americano que como gran estadista está dispuesto a recibir ideas de la oposición (no como Zapatero), bien sea disfrazado de gran éxito de la oposición que trabaja y que obliga a al gobierno a tener que rectificar (no como Rajoy) la realidad es bastante más cruel y tiene poco que ver con el talante o la agresividad de los políticos a un lado y otro del Atlántico. En realidad tiene que ver con un sistema político que les obliga a ser así porque se parece bastante a la democracia y otro sistema político, el nuestro, que no se parece en absoluto. Por eso las cosas no se pueden comparar. No se pueden entender el Fuera de Juego atendiendo a las reglas del Beisbol.
En Estados Unidos la gente por un lado vota al presidente y por otro vota a sus representantes en la Cámara de Representantes y Senado. Puedes votar diferente. Como además ambas elecciones están decaladas dos años no sólo puede darse la situación de que gobierno y congreso sean de color político diferente sino que es bastante normal el que muchas veces sea así. Los americanos no es que tengan más talante sino que tienen un sistema político que les obliga a tener que hacer caso a sus votantes directos (ahora veremos) y en el que están obligados a entenderse con la oposición. De esta manera se asegura de forma más efectiva la separación entre el poder ejecutivo (gobierno) y poder legislativo (congreso). En España no es así. En España el presidente lo elige el congreso (el senado es inútil hasta para legislar) y por ello siempre van de la mano. Presidente y congreso generalmente son lo mismo y cuando no lo son (gobierno en minoría que pierde el apoyo de su socio en el congreso) hay que convocar elecciones para poder gobernar.
En Estados Unidos el Congreso no es lo que aquí se llama Congreso. Allí el Congreso es la suma de Senado (cámara alta que tiene un peso específico y tiene que aprobar muchas de las decisiones del presidente) y Cámara de Representantes (cámara baja) que se llama así porque efectivamente son representantes de la población. En España los diputados vienen de provincias pero no tienen ningún vínculo con ellas. En Madrid nadie conoce al número ocho del PSOE o del PP en Madrid (por ejemplo) pero podría ser de Murcia y hacer campaña allí aunque la realidad es que no la hace en Murcia ni en Madrid ni en ningún sitio. Como mucho irá en la caravana del líder de su partido. Ese señor está hoy en el congreso por Madrid. En Estados Unidos los representantes que están en la cámara son los más votados en su distrito electoral. Todos los que están en la cámara han ganado personalmente unas elecciones democráticas. El país está dividido en 435 distritos electorales y en la cámara están los que ganan en cada uno de ellos. Todos tienen que retratarse y hacer campaña en su distrito para que la gente les vote. Por eso todos los ciudadanos de Estados Unidos tienen un representante en la cámara con nombre y apellidos al que no tienen porque haber votado pero al que incluso se pueden dirigir por carta para reclamar algo que les afecte. ¿Usted sabe cuál es su representante en el congreso de los diputados español? No porque no lo tiene. Si usted voto lo hizo por un partido y no por una persona. ¿Qué labor tienen los diputados de Teruel en el hemiciclo? Ninguno. En el hemiciclo sólo hay partidos, no diputados.
Pero es que además en Estados Unidos no existe la disciplina de partido como la entendemos aquí. En España, puesto que los representantes del congreso no representan a los ciudadanos sino que son listas elegidas exclusivamente por los partidos, en las cámaras no votan las personas sino que votan los partidos. Las actas de diputado formalmente son de la persona física que se sienta allí pero a efectos reales pertenecen al partido (como de hecho más de una vez se ha dicho públicamente en una eterna discusión) así que no puede haber discrepancias y si las hay (muy rara vez) se tratan como anomalías en las que el autor deja de pertenecer al partido y de ser diputado. La labor de la mayoría de los diputados es meramente ilusoria y de hecho pueden ni acudir salvo el día de la votación (que de hecho es lo que ocurre). En América esto no es así. Primero los representantes se deben a los electores de su distrito y en alguna ocasión eso puede ir en contra de la disciplina de partido (suele ganar la opción de los electores por razones obvias) pero es que además los dos grandes partidos Demócrata y Republicano, son en realidad una amalgama de sensibilidades, opciones y tendencias que conviven en unas siglas abiertas pero que no siempre están de acuerdo. No es raro que una parte del partido vote a favor de una ley y otra en contra con lo que el juego político es interesantísimo.
Uno no es que sea experto en política (ni mucho menos) pero basta ver una serie de televisión como West Wing (El Ala Oeste de la Casa Blanca) para entender mínimamente cómo funciona el sistema en la primera potencia del mundo. El problema surge cuando nuestros analistas evitan documentarse y lo que ven por televisión es“Tengo una pregunta para Belén Esteban”.
Y no hemos hablado del famoso “Tea Party” que también se las trae como se ha extrapolado el tema al imaginario patrio. Lo dejamos para otro día.
0 comentarios:
Publicar un comentario