Es fácil asesinar a una buena banda

3 de septiembre de 2014

Conocí a Beulah, grupo de San Francisco ya extinto, cuando terminando la década de los 90 me encontraba obsesionado con el Orch-Pop. Esa suerte de música pop que navega entre las melodías reconocibles, varias capas de instrumentos y los arreglos orquestales. Recuerdo que fue en aquellos días, en alguna publicación de las que por entonces todavía seguía, cuando leí la reseña de When Your Heartstrings Break que me llamó la atención. Compré el disco en Escridiscos (entonces la secuencia más directa para escuchar nueva música era así de bonita) y caí rendido a su contenido. Me gustó mucho. Sunday Under Glass, el segundo de sus cortes, es de hecho un clásico en mis recopilatorios musicales. Años más tarde llegarían también a mi colección de discos A Coast is Clean y Yoko (tercer y cuarto trabajo de la banda) aunque, resultándome bastante buenos, se quedaron por detrás de su predecesor en cuanto a cariño personal se refiere. También conseguí en el mismo impasse su primera referencia: Handsome Western State pero resultó ser un artefacto low-fi y ultra-indie que realmente pasó sin pena ni gloria por mi cerebro y del que ahora mismo no recuerdo una sola canción.

Nunca vi a Beulah en directo (tengo dudas de hecho de que alguna vez tocasen en Europa) pero a punto estuve de hacerlo a finales de 2001 cuando los californianos tenían prevista una gira por Europa que presuntamente pasaba por España. Dicha gira nunca llegó a ocurrir. En un breve comunicado que apareció en su web (y que allí continúa) el grupo decía “haber decidido cancelar la gira europea pero no los conciertos en Estados Unidos”. Raro. No recuerdo si fue en esa misma web o en otro sitio pero juro que en algún lugar leí más tarde, en palabras de los propios miembros del grupo, cuál era la explicación de aquello: no les parecía prudente el que un grupo de “americanos” viajase a Europa después de los últimos acontecimientos acaecidos (se referían al famoso 11 de septiembre de 2001). Aquello me dejó estupefacto. ¡Dos meses después de aquello lo sensato era no viajar en avión a Europa y cancelar una gira por un continente en el que nunca has tocado! Era ese tipo de razonamiento que uno esperaría del estereotipo de norteamericano medio, el que está permanentemente asustado de que en cualquier momento el cielo se caiga en su cabeza, pero no de los miembros de un grupo indie que vive en la moderna bahía de San Francisco y a los que yo suponía de otra forma. Creo que fue la primera vez en mi vida en la que verdaderamente me planteé algo de lo que ahora tengo la certeza: los miembros de los grupos de música independiente no son siempre los tipos cultos, leídos e intelectuales que parecen y que yo creía. 

La banda se separó en 2004, después de una última gira por EEUU y Canadá que quedó reflejada en la película/documental A Good Band is Easy to Kill, película que en su momento me quedé con las ganas de ver. En 2004 conseguir ese producto de ese tipo (película underground sin distribución de un grupo underground publicada por un sello underground) no era ni fácil, ni barato ni realmente apetecible (en inglés, sin subtítulos, con una zona diferente de DVD, etc…) pero diez años después las cosas son diferentes. Hace unos días, a través de un simple click de ratón y diez euros abonados a través de PayPal, conseguí que alguien me lo trajese al buzón de mi casa. Flipo. 

La película es un documento fantástico. Aunque técnicamente es muy básica, está grabada en video y presenta una rotulación tan cutre que no desentonaría en un programa televisivo de variedades en los años 80, me parece un reflejo certero, fiel y hasta emocionante de lo que es ir de gira siendo un grupo indie de bajo presupuesto. En ningún sitio he visto antes reflejado de mejor forma los viajes en furgoneta, la llegada a garitos pequeños y mal acondicionados, la frustración por no encontrar el equipo que esperabas, el mal rollo por haber tocado mal, las bromas estúpidas con tipos a los que estás ya hasta las narices de ver o las ganas terribles de llegar a casa… Es muy emocionante verles llegar al The Casbah en San Diego o El Trovadour en Los Angeles,… sitios en los que he estado y que pertenecen al Santa Sanctorum del circuito underground americano. Para mí eso, junto con la infinidad de actuaciones en directo en localizaciones muy diferentes que contiene el metraje, es lo mejor del documental.

Pero también, aunque en esto falla algo y resulta demasiado naif, sirve para conocer mejor a los personajes y entender por qué una vez decidieron que viajar a Europa siendo americanos era peligroso. Puedes entender como los rumores de que su líder (Miles Korowsky) sufría una dolencia de bipolaridad no andaban desencaminados. Un tipo desquiciante hasta decir basta que de repente, en momentos puntuales, muestra signos de bondad. Particularmente curiosa es la escena en la que tras un concierto son invitados a la casa de un fan canadiense pero se enfadan con él y acaban poco después en la furgoneta soltando un speech patriótico en contra del propio anfitrión (no quiero soltar demasiados spoilers). Hay que reconocer y destacar la valentía que supone el que la película muestre este tipo de escenas. No muchos grupos dejarían que aparecieran en un documental sobre ellos mismos. El inglés es difícil de entender en algunos momentos (al menos para mí) pero merece la pena intentarlo. Transmite honestidad, me recuerda épocas muy felices para mí y la música mola. Gran adquisición.

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