Conocí a Beulah, grupo
de San Francisco ya extinto, cuando terminando la década de los 90 me encontraba
obsesionado con el Orch-Pop. Esa suerte de música pop que navega entre las melodías reconocibles, varias capas de instrumentos y los arreglos
orquestales. Recuerdo que fue en aquellos días, en alguna publicación de las que por entonces todavía seguía, cuando leí la reseña de When Your Heartstrings Break que me llamó la
atención. Compré el disco en Escridiscos (entonces la secuencia más directa para escuchar nueva música era así de bonita) y caí rendido a su contenido. Me gustó mucho. Sunday Under Glass, el segundo de sus
cortes, es de hecho un clásico en mis recopilatorios musicales. Años más tarde
llegarían también a mi colección de discos A
Coast is Clean y Yoko (tercer y
cuarto trabajo de la banda) aunque, resultándome bastante buenos, se quedaron
por detrás de su predecesor en cuanto a cariño personal se refiere. También
conseguí en el mismo impasse su
primera referencia: Handsome Western
State pero resultó ser un artefacto low-fi y ultra-indie que realmente pasó
sin pena ni gloria por mi cerebro y del que ahora mismo no recuerdo una sola
canción.
Nunca vi a Beulah
en directo (tengo dudas de hecho de que alguna vez tocasen en Europa) pero a
punto estuve de hacerlo a finales de 2001 cuando los californianos tenían
prevista una gira por Europa que presuntamente pasaba por España. Dicha gira
nunca llegó a ocurrir. En un breve comunicado que apareció en su web (y que allí continúa) el grupo decía “haber decidido cancelar la gira europea pero no
los conciertos en Estados Unidos”. Raro. No recuerdo si fue en esa misma web o en
otro sitio pero juro que en algún lugar leí más tarde, en palabras de los propios miembros del grupo, cuál era la explicación de aquello: no les parecía prudente el que un
grupo de “americanos” viajase a Europa después de los últimos acontecimientos acaecidos (se
referían al famoso 11 de septiembre de 2001). Aquello me dejó estupefacto. ¡Dos
meses después de aquello lo sensato era no viajar en avión a Europa y cancelar una gira por un continente en el que nunca has tocado! Era
ese tipo de razonamiento que uno esperaría del estereotipo de norteamericano
medio, el que está permanentemente asustado de que en cualquier momento el cielo se caiga en su cabeza, pero no de los miembros de un grupo indie que vive en la moderna bahía
de San Francisco y a los que yo suponía de otra forma. Creo que fue la primera
vez en mi vida en la que verdaderamente me planteé algo de lo que ahora tengo
la certeza: los miembros de los grupos de música independiente no son siempre los
tipos cultos, leídos e intelectuales que parecen y que yo creía.
La banda se separó en 2004, después de una última gira por EEUU y Canadá que quedó reflejada en la
película/documental A Good Band is Easy
to Kill, película que en su momento me quedé con las ganas de ver. En 2004 conseguir
ese producto de ese tipo (película underground sin distribución de un grupo underground publicada por un sello underground) no era ni fácil, ni barato ni realmente apetecible (en inglés, sin
subtítulos, con una zona diferente de DVD, etc…) pero diez años después las
cosas son diferentes. Hace unos días, a través de un simple click de
ratón y diez euros abonados a través de PayPal, conseguí que alguien me lo
trajese al buzón de mi casa. Flipo.
La película es un documento fantástico. Aunque
técnicamente es muy básica, está grabada en video y presenta una rotulación tan
cutre que no desentonaría en un programa televisivo de variedades en los años
80, me parece un reflejo certero, fiel y hasta emocionante de lo que es ir de
gira siendo un grupo indie de bajo presupuesto. En ningún sitio he visto antes reflejado
de mejor forma los viajes en furgoneta, la llegada a garitos pequeños y mal
acondicionados, la frustración por no encontrar el equipo que esperabas, el mal
rollo por haber tocado mal, las bromas estúpidas con tipos a los que estás ya
hasta las narices de ver o las ganas terribles de llegar a casa… Es muy
emocionante verles llegar al The Casbah
en San Diego o El Trovadour en Los
Angeles,… sitios en los que he estado y que pertenecen al Santa Sanctorum del circuito underground americano. Para mí eso,
junto con la infinidad de actuaciones en directo en localizaciones muy diferentes
que contiene el metraje, es lo mejor del documental.
Pero también,
aunque en esto falla algo y resulta demasiado naif, sirve para conocer mejor
a los personajes y entender por qué una vez decidieron que viajar a Europa
siendo americanos era peligroso. Puedes entender como los rumores de que su
líder (Miles Korowsky) sufría una dolencia de bipolaridad no andaban
desencaminados. Un tipo desquiciante hasta decir basta que de repente, en
momentos puntuales, muestra signos de bondad. Particularmente curiosa es la escena
en la que tras un concierto son invitados a la casa de un fan canadiense pero
se enfadan con él y acaban poco después en la furgoneta soltando un speech
patriótico en contra del propio anfitrión (no quiero soltar demasiados
spoilers). Hay que reconocer y destacar la valentía que supone el que la película muestre este tipo de escenas. No muchos grupos dejarían que aparecieran en un documental sobre ellos mismos. El inglés es
difícil de entender en algunos momentos (al menos para mí) pero merece la pena intentarlo.
Transmite honestidad, me recuerda épocas muy felices para mí y la música mola.
Gran adquisición.
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