2 de septiembre

2 de septiembre de 2013

Septiembre, el mes de los coleccionables, los niños guapos en televisión vistiendo los nuevos ropajes diseñados para el cole, el principio de ese régimen que ahora por fin llegará, el inicio de ese curso de inglés que no pasará del inicio para nadie y en definitiva de los sueños que se han estado planificando en la orilla de la playa para ser realizados con los pies sobre el asfalto, una vez reanudada la actividad y recuperadas las fuerzas. Todo esto puede sonar muy cómico y puede también dar la sensación de que el aquí escribiente permanece ajeno, sumido en Olimpo de los listos y situado prudentemente a una distancia de seguridad que le evita ser salpicado. Nada más lejos de la realidad.

Cada año, llegado el mes de julio, la sensación de fin de ciclo se me hace pesada y certera. Uno empieza a levantar el pistón, prefiere no hacer balance para no salir perdiendo y decide dar por amortizado el ciclo escolar, expresión ciertamente simpática y que seguimos utilizando a pesar de no pisar la escuela desde hace siglos. Y llega el verano. Y aparecen los sueños. Voy a cambiar el carácter. Voy a ser más simpático. Voy a querer a ese muchacho de toda la vida que hace tanto que no quiero. Voy a dar una nueva oportunidad a los imbéciles. A los que me han hecho daño. A los que me los siguen haciendo. Voy a hacer el esfuerzo de ser más sociable. De estar más tranquilo. Voy a leer más historia medieval. Ese podcast que tengo en la cabeza será definitivamente realidad igual que lo será ese nuevo blog que se pasea por la cabeza en las cálidas noches estivales. El libro avanzara convenientemente. Un nuevo disco aparecerá y pondrá el universo del revés. Aglutinaré las cuentas de twitter para no perderme entre tanta personalidad y seré un tipo con criterio e influencia. Demostraré al mundo que no soy ese idiota que ven. Dedicaré un día a la semana a ver cine clásico. Dedicaré unas horas al mes a pasear por Madrid en solitario y aprendiendo historia. Aprenderé de pintura y de arquitectura. Escribiré canciones como un cosaco. Ordenaré las fotos…

Pero luego llega septiembre. Y vuelve la rutina clásica, esa que incluso has echado de menos, para darte una bofetada en la cara y explicarte con sencillez que todo aquello que has soñado no va a ser realidad por la misma razón que no lo fue el año anterior. Es más, me caerá encima, con todo el peso de la cruda realidad, esa pregunta que había obviado durante el verano y que de hecho cataliza todas las respuestas. ¿Para qué? ¿A quién le importa? Y volverá la frustración. Y no habrá pasado un minuto desde "ayer".


2 de septiembre. Sin novedad en el frente.

0 comentarios: