Juan siempre fue un buen muchacho pero nunca un gran estudiante. Su padre había conseguido ganarse la vida sin pasar por las escuelas a base de esfuerzo y trabajo y no tenía demasiada fe en eso que en los periódicos llamaban universidad. Cuando Juan le llegó con la cantinela de que al año siguiente tenía que elegir ir al instituto para prepararse para la universidad o buscarse una alternativa su padre le dijo que en la vida tenía que haber de todo y no sólo médicos y abogados. El padre de Juan era mecánico de coches pero a Juan eso no le gustaba así que de entre las opciones que podía elegir por la vía de la Formación Profesional decidió el módulo de contabilidad y administración orientado fundamentalmente a personal de banca.
Juan sacó su titulo con diligencia y llegó incluso a gustarle su oficio pero lamentablemente nunca ha podido ejercerlo. Solicitó y realizó entrevistas de trabajo en todos los bancos, cajas y entidades financieras pero en todos y cada uno de los casos fue rechazado por no estar preparado o existir “candidaturas mejores”. Todos esos puestos están hoy ocupados por licenciados en economía, en empresariales e incluso por otros licenciados como físicos o matemáticos. No hay sitio para los profesionales de la sarcásticamente denominada Formación Profesional.
Mientras Juan “disfrutaba” de ese periodo de paro sin cobrar paro que supone el tiempo que tardas en conseguir tu primer empleo estuvo echando una mano en el taller de su padre pero no dejó de pensar en el futuro y se dedicó a dar cursos de informática. Al cabo de un tiempo consiguió entrar en una empresa de tamaño medio para realizar las labores de mantenimiento informático lo que supuso una gran alegría en casa. El sueldo era sumamente bajo pero al cabo de unos años y con la ayuda de sus padres consiguió dar la entrada para un minúsculo piso a 30km de dónde había vivido toda su vida (que es el sitio en el que le hubiese gustado seguir viviendo).
Al cabo de unos años sin embargo desgraciadamente se confirmaron los rumores que venían sonando casi desde que Juan firmó su contrato (que indirectamente hacían que Juan y otros se mordiesen la lengua cuando llegaba la ridícula subida de sueldo anual) que no eran otros que la empresa, en su plan de optimización para aumentar beneficios, decidía prescindir de los trabajadores en nómina que se dedicaban al mantenimiento informático tomando la “sabia” decisión de subcontratar ese servicio. Outsourcing lo llamaban eufemísticamente. Juan fue despedido pero apenas estuvo unos días en paro ya que fue contratado precisamente por la empresa que había sido adjudicataria del servicio de mantenimiento. Curiosamente tenía los mismos compañeros. En apenas unas semanas Juan seguía haciendo el mismo trabajo que antes con la diferencia de que el sueldo era más bajo, las prestaciones sociales de antes habían desaparecido, la jornada continua de los veranos había desaparecido y dónde antes había un contrato indefinido ahora había un contrato por obra.
Hace unos meses despidieron a Juan. Uno de sus compañeros denunció recientemente a la empresa por su estado precario (contratos por obra que se renovaban hasta el límite, chanchullos para despedir y volver a contratar,…) y ganó el recurso así que la empresa ha decidido despedir a los que estaban en su misma situación para evitar problemas. No les ha costado un duro de momento pero les costará porque todos lógicamente lo han denunciado.
Desde entonces Juan es incapaz de encontrar trabajo. Su título de FP no le vale para nada y menos que le va a servir porque ya tiene una edad como para no ser principiante. En el sector que tiene experiencia resulta que la “moda” es ahora contratar con condiciones de becario a chavales recién salidos de las escuelas de informática que no encuentran nada en otro sitio y hacerlo además por sueldos mucho más bajos que hacen que en poco tiempo se marchen. Los usuarios se quejan amargamente del servicio pero ni a la empresa cliente ni a la empresa suministradora parece afectarles demasiado.
Juan está muy sorprendido ante la inminente reforma laboral porque tiene la sensación de que de haber estado vigente hace un año hubiese ocurrido exactamente lo mismo pero él hubiese cobrado encima mucho menos de indemnización. No tiene la sensación de que el sector tenga mucha pinta de cambiar abaratando todavía más el despido. Tampoco tiene la sensación de que la empresa para la que estaba trabajando (sus números, no sus trabajadores) lo esté pasando especialmente mal.
Juan siempre había declarado ser de izquierdas. Ahora se siente más cómodo en el No sabe, No contesta.
Historias de la reforma laboral. Juan el banquero informático.
22 de junio de 2010
Por
milno brion
en
14:42
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Etiquetas:
Política
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