Ustedes al igual que un servidor supongo que se encontrarán ahora mismo inmersos en ese periodo incómodo, denigrante y casposo que comúnmente se denomina campaña electoral. Si, ya saben, esas semanas en las que los políticos oficiales se dedican a sonreír sin pudor, a pretender ser tipos normales apareciendo como personajes de Bienvenido Mister Marshall, a rebuznar estupideces infectadas en demagógica mentira cada vez que tienen un micrófono y/o cámara delante y a pegarse viajes por la geografía local, todo ello costeados a través de dinero “limpio” que sin embargo nunca está claro de dónde sale.
Si ya saben, esas semanas en las que tenemos que enfocar la vista para reconocer colgadas de las farolas las fotos impunemente retocadas de los representantes de la ciudadanía que cuatro días antes no atendían llamadas ni aparecían por ningún sitio más allá de los oficiales. Si, esas semanas en las que por las calles se regalan marcadores de página conmemorativos a personas que no tienen la costumbre de leer, se reparten panfletos informativos de bonitos colores que aparte de eslóganes futbolísticos y las mismas fotos retocadas no informan de nada a gente que tampoco quiere ser informada y en el que se escuchan soflamas estúpidas diseñadas para tipos que tienen la costumbre de aplaudir y no escuchar.
En fin, es la fiesta de la democracia que tan bien cacarean algunos y tan buenos réditos les reporta a otros. Desde luego no seré yo quien acabe con esta farsa que nos venden (¡Dios me libre!) ni el que pretenda quemarse a lo bonzo de la imparable marea de “demócratas” que inundan prensa, emiciclos, plazas de toros y colegios electorales. Ni siquiera lo pretendo pero eso si, permítanme evitar en lo posible tomarme en serio a tipos que viven de engañarme.
No sé sin embargo si será mi naturaleza outsider o que la miopía externa se traslada a una especie de miopía interna que impone en mi cerebro una realidad que no es tal pero uno tiene la sensación últimamente de que el nivel de hartazgo en la gente de mi entorno es realmente significativo. No son una ni dos las voces he escuchado en contra de un sistema caduco, corrupto y corrompido dejando entrever una acción democrática en contra de la democracia. Otra cosa es lo que luego haga cada uno, que a tenor de las encuestas parece que estarán más cerca de los postulados filibusteros de sus políticos que de sus propias palabras. Es decir, que dirán una cosa y harán otra.
No obstante si algún desencantado decide hacer un acto de protesta votando en blanco permítame informarle que estará haciendo el canelo porque beneficiará precisamente a aquel que quiere castigar, a los partidos mayoritarios. Es mucho más útil para protestar votar a una opción minoritaria, votar nulo o no votar que votar en blanco. Me explico:
Por centrarme en la Comunidad de Madrid (aunque las demás instituciones funcionan igual), la Ley 11/1986, de 16 de diciembre, Electoral de la Comunidad de Madrid en su capítulo VII, Artículo 18, punto 2 dice literalmente que “Para la distribución de escaños sólo serán tenidas en cuenta las listas que hubieran obtenido, al menos, el 5 por 100 de los sufragios válidamente emitidos”. Tenga el lector en cuenta que un voto en blanco es un voto “válidamente emitido”. Es decir, si un millón de personas votan correctamente pero 17500 lo hacen en blanco (1,75% porcentaje real en las últimas autonómicas de 2007) resulta que cualquier partido necesita al menos 50000 votos para tener representación.
Imaginen que al Partido Nacionalista de Tontolabalandia (el PNT) obtiene 49500 votos. Bien, como no llega al mínimo del 5% por ciento no puede tener representación y por tanto no entra en el reparto según la ley d’hont.
Imaginen que los votantes en blanco votan todos al PNT. El PNT obtiene más del 5% necesario.
Imaginen que los votantes en blanco no votan o lo hacen nulo. El total de votos válidos sería ahora 982500 cuyo 5% es 49125 votos. De nuevo el PNT llega a ese 5%.
Cuanto menos gente vote mejor para las opciones minoritarias.
Evidentemente no encontrarás nada de esto en ninguno de los panfletos electorales ni en ninguna de las encendidas tertulias ni en ningún entendido análisis de los presuntos expertos pero no por ello deja de ser verdad. En cualquier caso no es opinión. Son matemáticas aplicadas a la ley de vigente. Así de simple. Recuérdalo la próxima vez que metas una papeleta en blanca en el sobre.
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