No suelo hacer mucho caso de los premios ofrecidos por academias de dudosos gustos y dudosos objetivos tipo oscars, goyas, césares, globos de oro, botas de oro,… y demás artificios publicitarios pero ayer me enteré de que Modern Family había sido la gran triunfadora de los afamados premios Emmy y me puse contento.
En un género tan manido pero a la vez tan difícil como el de la comedia de televisión, ese artefacto audiovisual de poco más de 20 minutos que tiene como misión hacer sonreír al telespectador, es cada vez más difícil encontrar cosas originales dentro de su simpleza y tan bien hechas que no te das cuenta de todo el talento que existe detrás. Eso es Modern Family. Un ramillete de actores geniales (la pareja de gays y el padre “colega”, que son mis favoritos, estaban todos nominados al mismo premio) que dan vida a una familia bizarra e histriónica disfrazada de presunta normalidad. Sé que el tema es manido pero el universo alrededor no lo es.
En estos tiempos en los que la demagogia política y los políticos de mediocres incapaces de hilar una frase sin pararse en todas y cada una de sus palabras y donde la identidad de uno parece que hay que buscarla por contraposición al contrario (eso no), se agradece un poco de humor irreverente que no insulta a nadie.
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