Parece que no termina nunca de extinguirse ese pestilente tufo de las elecciones europeas, lamentables en si mismas no por ser europeas sino por ser otras elecciones de este macabro juego. Sé que es fácil hacer la lectura fácil de mis palabras y más todavía si añado el contundente dato de que conscientemente no fui a votar, cosa que hace ya un tiempo que no hago y cosa que básicamente hago por una cuestión de objeción de conciencia. Sé que lo fácil en estos casos, es lo que hacen los supuestos políticos profesionales, es culparme de hereje, de fascista, de comunista, achacar como punible mi falta de ciudadanía, mi egoísmo en contra de la sociedad, mi falta de rigor como ciudadano y demás estupideces. Bien, dejemos claras tres cosas.
Primero: no fui a votar porque no creo en ninguna de las opciones que se presentan a las elecciones pero sobre todo porque no creo en un sistema mentiroso, xenófobo, antidemocrático (si, si, antidemocrático) y ruin que rebaja al ciudadano a la categoría de la masa con la que se hacen los donuts, que limita la capacidad de pensar, que reduce todo a dos las opciones supuestamente verdaderas (que son la misma), que se basa en el dinero y en el poder por encima de todas las cosas y que básicamente no sirve para nada. Pensando así la opción lícita y democrática es la de no votar. Votar en blanco o nulo significa otra cosa.
Segundo: creo ciegamente en la democracia pero creo en ella como en la fuerza Jedi o en el Dios de los Nibelungos, es decir como un acto de fe, porque ni la conozco ni encuentro visos en la tierra de que exista como sistema político de gobierno para saber de qué estamos hablando.
Tercero: Me encantaría vivir en una unión europea con entidad propia que anulara fronteras, barreras estúpidas y nacionalismos carcas o excluyentes en la que sólo existiese un pasaporte. Eso si, cualquier parecido de esta idea con lo que se supone se está construyendo (un engrudo egoista donde todo el mundo se mira sus pies y basado exclusivamente en el vil metal) es mera coincidencia.
Escuchaba estos días que los dos principales partidos nacionales (los únicos) votan lo mismo en el parlamento europeo en el 70% de las ocasiones. Es un dato sorprendente porque a tenor del discurso de los personajes de vodevil que componen la escena política patria personalmente creía que esa cifra se elevaba a valores cercanos al 99%. Supongo que la diferencia vienen motivada por las propuestas tan espectaculares que deben debatirse en ese ente tan presente, útil y activo como es el parlamento europeo. De todas formas, ¿qué seriedad podemos encontrar en una institución que se dice lícita y soberana cuando ha sido elegida por menos de la mitad de la gente que tiene derecho a elegirla?
Yo no voto
9 de junio de 2009
Por
milno brion
en
10:11
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Etiquetas:
Política
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